Idoia
 Rodríguez Buján ha sido la primera mujer soldado muerta “por España”, 
cayó en Afganistán, en 2007, defendiendo los intereses imperialistas del
 Estado español (y su alianza con EEUU) en ese país. El Ministerio de 
Defensa está en manos de otra mujer, responsable no sólo de las 
operaciones militares en el exterior,  y del rearme del ejército sino de lo que sucede en cada cuartelillo de la Guardia Civil, dado que  es un cuerpo militar, que depende de ese Ministerio, además del de Interior. 
Estos
 hechos, entre otros muchos, rompen algunos tópicos y estereotipos, como
 el de que las mujeres son siempre pacifistas y víctimas en las guerras,
 mientras que los hombres son belicosos y por ello las inician. Hoy, en  La Legión, un cuerpo fundado por Millan Astray  y perfeccionado por Franco,  que ha sido considerado el reservorio de los disvalores machistas más repulsivos, más del 9%  de
 sus miembros son “damas legionarias”, con iguales tareas y cometidos 
que sus compañeros, “caballeros legionarios”. En el conjunto de la tropa
 del ejército español las mujeres son el 18% pero la demanda femenina ha
 tenido un incremento anual sostenido del 60%. El 25%, en las Escuelas 
Militares, son alumnas y pronto comenzarán a alcanzar el grado de 
general las primeras que cumplan los requisitos de antigüedad y 
formación. El modelo español ha sido calificado de los más 
“progresistas” porque permite el acceso de las mujeres a todos los 
puestos, incluidos los de combate. En el Cuerpo de Reservistas 
Voluntarios las féminas suman  casi  un tercio de los 4.500 integrantes con que cuentan. Tales son algunos de los hechos.
Eso significa que en los próximos decenios muchos crímenes de guerra, actos genocidas y torturas  serán
 perpetrados por mujeres (hoy está ya comenzando a suceder) lo que hace 
tambalearse muchos de los presupuestos de un feminismo sexista 
esencialista y estatolátrico.  No puede aceptarse  el argumento de que las féminas están siendo usadas por el  patriarcado
 como carne de cañón pues en la cadena de mando de las instituciones de 
la violencia estatal su número crece sin cesar. En los cuerpos 
represivos su presencia aumenta más rápido incluso que en el ejército  y son ya el 56% de los aspirantes para la escala ejecutiva de la Policía Nacional, lo que significa  que, en un futuro próximo estos cuerpos  estarán mandados  por mujeres a las que habrá que calificar como miembros de pleno derecho del Estado y ejecutoras de su política represiva.
La misoginia de los ejércitos es una ideología históricamente formada  en
 un periodo muy específico. El Código Civil napoleónico de 1804 instauró
 un concreto sistema patriarcal parcial que respondía a las necesidades e
 intereses del sistema liberal estatal-capitalista en la época. Aquí fue
 servilmente copiado por el Código Civil de 1889 (1). Estos textos 
legislativos institucionalizan la preterición femenina, y estatuyen la 
noción de familia como orden jerárquico, asentado, por tanto, en el 
desamor, en el que prevalece el varón. Pero tales  privilegios
 fueron un regalo envenenado hecho a los hombres pues a cambio de ellos 
debían entregar sus vidas al Estado. Los ejércitos de Napoleón I eran un
 sumidero que consumió lo mejor de la juventud masculina europea en su 
época. Las mujeres estuvieron obligadas a parir hijos para las guerras 
de las elites mandantes como los hombres lo estaban a servir, y a menudo
 morir,  en las mismas. La obligada segregación de
 los sexos que exigía la vida castrense imponía el ascenso de valores y 
prácticas depravados como el alcoholismo, la prostitución y la violencia
 entre iguales. De estos ambientes es de donde surge la misoginia, 
precisamente por estar excluidas la mayor parte de las mujeres de tales 
situaciones de las que sólo participaban hombres y prostitutas.  Lo que vulgarmente se entiende por “macho”, es decir, un varón chulesco, violento, inmoral y  misógino,
 es una creación sobre todo del ejército, por el que fueron forzados a 
pasar todos los hombres y no de la condición masculina en general.
Pero
 la esencia de los ejércitos no era la marginación femenina sino la 
afirmación coercitiva del Estado, su agresividad frente a todo lo que se
 le oponga en el interior y la lucha con las otras potencias por el 
control de los recursos mundiales. El machismo es un valor prescindible 
sujeto a las necesidades cambiantes del sistema y no forma parte de lo 
substancial de la institución. Hoy es posible encontrar entre los 
documentos oficiales de las Fuerzas Armadas auténticos alegatos  feministas (2) que resultan imposibles de interpretar desde los simplistas presupuestos del antimilitarismo de hace  treinta años.
Durante los gobiernos de la socialdemocracia, de 1982 a 1996,  se inició el ascenso imparable de las empresas multinacionales españolas  que fortaleció y prestigió como nunca el capitalismo (3) y su expansión neocolonial. Vinculado a ello se  redefinieron los objetivos de la política de “defensa” en España. Tal política estaba destinada a favorecer  el ascenso del Estado español como potencia imperialista (4) y  su
 primera traducción práctica fue la de cooperar con las operaciones de 
Mantenimiento de Paz (sic) patrocinadas por la ONU; para ello la 
creación de unas fuerzas armadas profesionales era un requisito 
imprescindible. El ejército de reemplazo era ya obsoleto en esos años  pues
 la caída de la tasa de natalidad hacía prever una disminución notable 
de los soldados de quintas. Pero sobre todo había dos aspectos que lo 
hacían inviable, la percepción social de que tal institución 
representaba los principios del régimen franquista  y
 era una amenaza permanente para la sociedad civil y la imposibilidad de
 desarrollar los planes neocolonialistas del Estado Español en la esfera
 mundial, pues en la guerra del Golfo, en 1991, se  comprobó que el envío de  efectivos militares fuera de nuestras fronteras era muy conflictivo con tropas de reemplazo (5).  La culminación del proyecto de ejército profesional   encontró  un
 escollo muy importante en la voluntad civilista de la sociedad española
 que repudiaba la vida castrense de manera que, si a principios de los 
años 90 del siglo pasado el número de objetores respecto al de soldados 
era del 14%, en los años finales del decenio llegó a ser del 93%, por 
ello un estudio de una fundación cercana a las instituciones estatales 
concluye que dada “la declinación de la disponibilidad  de
 hombres de 18 años y el desinterés generalizado por la profesión 
militar, el mantenimiento de un número casi constante de aspirantes a 
las FFAA sólo ha sido posible gracias a la creciente participación de 
las mujeres en las sucesivas convocatorias” (6). De ese modo  en
 la actualidad se ha podido destinar a operaciones en el exterior casi 
8000 militares suprimiendo el tope de 3000, que existía hasta 2008. En 
el caso de las mujeres son, además, unas tropas especialmente motivadas,  entusiastas y entregadas a sus funciones, pues las consideran  “liberadoras”.
Lo
 cierto es que si para el primer liberalismo la reclusión de las mujeres
 en la esfera doméstica era una necesidad política y militar (7) de 
primer orden hoy sus objetivos exigen la “emancipación “femenina  de
 la cárcel del hogar, las mujeres están llamadas a servir al sistema no 
como madres sino como soldados y también como productoras en el sistema 
laboral. Estos cambios suponen una auténtica refundación del Estado que 
aumenta  su capacidad de dominar y sojuzgar  vistiéndose con un aura de libertador de las mujeres y otros sectores antes oprimidos.  Este
 aspecto ha tenido una importancia decisiva en la percepción social del 
ejército que ha pasado a ser la institución mejor valorada de todas las 
del Estado  según
 un sondeo del CIS en 2008, consiguiendo crear entre los ciudadanos la 
imagen de unas fuerzas armadas modernas y progresistas, feministas y 
humanitarias, cuyo mejor símbolo es la figura femenina, que para el 
imaginario social, tanto para hombres como para mujeres, sigue siendo 
expresión de pacifismo.
La
 capacidad para dotar al ente estatal de virtudes redentoras ha sido el 
objetivo esencial de la sociedad de la información, es decir, de la 
manipulación; en el asunto que nos ocupa el instrumento para acometer la
 vida interior de los sujetos y dirigirlos a su favor ha sido el feminismo de Estado, impulsado por el PSOE, que ha ido engordando y ampliando el Instituto de la Mujer,  creado en 1983,  hasta darle carácter de   Ministerio,
 fundando, en un arrebato orwelliano, el de Igualdad, digno heredero, 
por otro lado, de la Sección Femenina franquista.
De
 las corrientes feministas existentes, el feminismo institucional ha ido
 extrayendo las ideas y argumentos para ganar a las mujeres a su causa y
 convertir a una porción sustancial de ellas en fuerza de choque del 
sistema. Puesto que las virtudes castrenses no habían formado parte del 
universo mental femenino  en el pasado, su 
creación ha de ser calificada como muestra innegable de la potencia de 
los instrumentos de manipulación de las conciencias en la sociedad 
actual. 
El odio
 es el decisivo estado de ánimo del soldado de los Estados, las guerras 
injustas solo pueden sustentarse en la hostilidad hacia el enemigo y la 
xenofobia (8) , el odio, junto con el egoísmo han de ser la disposición 
anímica prevaleciente en la sociedad  para llevar a
 efecto los objetivos del Estado, tener instrumentos poderosos de 
represión en el interior y de conquista en el exterior.  El aborrecimiento irracional a los hombres ha sido, por eso, el camino por el que muchas mujeres se  sienten realizadas en la vida militar. Esta emoción ha actuado como idea medular de cierto feminismo  nietzcheano y fascistoide afín de forma ontológica al sistema. En “El Segundo Sexo” Simone de Beauvoir  deplora la falta de agresividad de las mujeres  pues “la violencia es la prueba auténtica de la adhesión de cada cual a sí mismo”,  envidia la “voluntad macho de expansión y dominación”  que
 pretende presentar como la esencia de la masculinidad, sin serlo, pues 
tal imagen depravada no puede representar al común de los varones sino a
 ese chulesco y provocador matón de cervecería que constituía las SA 
nazis, que es a quien la autora venera. Es ese sujeto machista gestado 
en las guarniciones militares quien se toma como ejemplo para reescribir
 la nueva feminidad, asumido ya que “el amor es el opio de las mujeres” 
(9)  la guerra por ansia de dominación pasa de ser
 abominable a considerarse natural. Por otro lado el feminismo 
institucional ha conseguido imponer  la idea de 
que el salario es el principal instrumento de la emancipación femenina, 
de modo que la vida militar, si es profesional, o sea como mercenarias, 
se considera legítima. También se ha justificado la apetencia de poder 
como meta para las mujeres, lo que casa muy bien con la jerarquización 
de la  institución militar. 
Los
 instrumentos para conseguir esas fundamentales modificaciones en la 
idiosincrasia femenina han sido múltiples y complejos. Las teorizaciones
 feministas nietzcheanas  se han dirigido a los sectores de mujeres preocupadas por su  condición y con un cierto nivel intelectual,  pero
 también se han difundido desde el cine, la novela, las revistas y la 
prensa, las “agencias de igualdad” dependientes del gobierno, la 
enseñanza,  los sistemas de formación de las empresas, de manera que nadie, ni mujeres ni hombres,  pueda sustraerse al perpetuo bombardeo de los dogmas oficiales. 
Pero
 el enfrentamiento entre los sexos inducido desde arriba, que no es solo
 entre los sexos pues se extiende a la contienda general de los iguales,
 proporciona otro valor positivo para la expansión de los recursos 
militares del sistema. La depravación y desintegración de la vida social
 ha sido siempre el caldo del que se nutren las mesnadas militares y 
policiales. El ascenso de formas degradantes de vida y diversión en las 
que muchas mujeres han visto rasgos emancipadores es uno de los asuntos a
 tener en cuenta. Otro, sin duda, es el ocaso previsible,  en los años venideros,  de
 la familia, presentado por algunas corrientes pretendidamente radicales
 como un gran logro social, pero que es realmente hoy una de las 
aspiraciones fundamentales del sistema que consigue con ello eliminar la
 última institución que agrupa a los sujetos al margen del Estado y en el que todavía perviven, de forma imperfecta e incompleta pero muy real, los valores de la convivencia,  el apoyo mutuo, el colectivismo y el desinterés.  La
 desaparición de la familia no se produce en el marco del surgimiento de
 otras formas alternativas y superiores de vínculos sociales (10), sino 
de la destrucción de todos los lazos que unían a las personas al margen 
de las instituciones gubernamentales y tendrá como resultado la 
constitución de un sujeto aislado  de sus iguales, sin relaciones  humanas
 relevantes que será por tanto, presa del Estado. No habrá, entonces, 
una red de parientes que se preocupen, que lloren o que protesten por 
sus hijos o hijas y hermanos o hermanas llevados a las guerras futuras, y
 los soldados (mujeres en un porcentaje cada vez mayor) podrán ser 
enviados a morir en cualquier parte del planeta.
El  Ministerio
 de Defensa gasta algo de dinero en hacer publicidad de las facilidades 
que tienen las militares para ejercer su maternidad,  pero es obvio que en una sociedad  de alta natalidad, las mujeres afluirían menos al ejército, de modo que, en este asunto, como en tantos otros,  se practica no la prohibición sino el  adoctrinamiento que impide a los sujetos pensar y desear siquiera lo que no conviene al sistema.  La función que asignó el primer liberalismo a las féminas en la reproducción  para el mantenimiento del sistema productivo y el ejército  ha
 quedado obsoleta en las sociedades de la modernidad tardía que, además 
de expoliar los recursos económicos del Tercer Mundo, han  ampliado este saqueo  a la explotación de sus recursos demográficos. De esta manera las mujeres  en Occidente  son
 dedicadas principalmente al trabajo asalariado y las funciones 
estatales (en el ejército, la policía, la judicatura, la enseñanza y los
 medios de adoctrinamiento entre otros) mientras en los países pobres 
otras mujeres están obligadas a parir hijos e hijas para  ocupar
 la escala inferior en el sistema productivo occidental generando así un
 sistema de castas propio de las sociedades despóticas  más  aciagas.
En
 la actualidad cinco millones y medio de inmigrantes suplen a los niños y
 niñas no nacidos en el reino de España desde los años 80, unos miles lo
 hacen como tropa en el ejército español. Estas personas, nacidas y 
criadas en sus países de origen, ocasionaron un gasto tanto a sus 
familias como al Estado pero no serán productivos en ese entorno sino a 
miles de kilómetros, convirtiéndose así en uno de los más lucrativos 
negocios del momento actual. Por ello la maternidad, en occidente,  no conviene al poder establecido y es denigrada, menospreciada e impedida por todos los medios a su alcance.
El más fundamental golpe a la maternidad viene de la manipulación de la psique femenina que ha producido un declive de las  capacidades
 afectivas en un número creciente de mujeres que han reprimido y ahogado
 un elemento emocional, vinculado a su propia fecundidad, que en 
principio forma parte (en una gran porción de ellas) de su vida más 
íntima. Además han conseguido que, en el orden de prioridades, deseos y 
aspiraciones de las féminas el trabajo, la diversión, el dinero, el 
poder sobre los demás o cualquier minucia egoísta o placentera se 
encuentre por encima de la maternidad.  Para las 
que no hayan sido completamente devastadas por la ideología dominante 
usan la coacción de las empresas, del entorno inmediato familiar y 
social (de personas asimismo adoctrinadas), y de los “expertos” 
(médicos, psicólogos etc.) que intervienen constantemente en la vida de 
los sujetos para imponer los intereses del capital y del Estado, entre 
otros.  Se vincula el aborto a la “libertad”  de la mujer, que es “libre” de abortar pero no de ser madre
 y se promocionan desde las alturas todas las formas de sexo no 
reproductivo, argucia fundamental para que la tasa de natalidad siga 
cayendo. Con todo ello el sistema está consiguiendo imponer sus 
intereses en lo demográfico a la sociedad para convertir a las mujeres 
en escuadrones dedicados a la producción, el consumo, la vida militar y 
policial.
Para
 fortalecerse el Estado ha modificado de forma esencial la cosmovisión 
de millones de sujetos femeninos ello hace que cada vez haya más mujeres
 en los aparatos de  violencia estatal, además 
aparecen implicadas en casos de torturas, crímenes de guerra y actos 
similares. Ellas obtienen ahora de las instituciones estatales 
privilegios legales y económicos parciales pero ciertos (11), del mismo 
modo que antes se les dieron a los varones, pero estas ventajas llevan 
aparejadas las mismas cargas que han portado los hombres históricamente,
 las de ir a las guerras y morir en ellas por las élites mandantes de 
sus países. En la compleja situación mundial actual no pueden 
descartarse conflictos bélicos de gran letalidad en el futuro que se 
acerquen a la Guerra Total, si tal hecho acontece los ejércitos 
profesionales serán insuficientes y los países implicados harán levas en
 masa a las que serán llamadas las mujeres, al igual que los hombres 
(12). 
El
 feminismo de Estado es hoy la ideología equivalente al patriotismo de 
principios del siglo XX; si aquella fue el alimento espiritual de una 
generación de varones que pereció por millones en los campos de batalla 
de la I Guerra Mundial (y poco después en la Segunda) ésta cumplirá la 
misma función para las mujeres en los conflictos bélicos por venir.  Por
 ello esta ideología, que ha permitido la vinculación y apoyo de un 
importante sector de las féminas para los planes del ente estatal es un 
factor estratégico de primer orden que el sistema no permitirá que sea 
tocado sin una acción ofensiva feroz. 
Las jerarcas del feminismo institucional, Carme Chacón, Bibiana Aído y María Teresa Fernández de la Vega entre otras, son  culpables
 de la muerte de la soldado Idoia Rodríguez Buján y lo serán de la 
muerte en las guerras futuras, de miles (tal vez incluso cientos de 
miles) de mujeres, no ya soldados voluntarias sino muchachas que serán 
llamadas a filas por su quinta cuando el ejército profesional quede 
rebasado. Ellas son el enemigo principal de las mujeres en el presente.
En conclusión:
·        El
 antimilitarismo de nuestro tiempo tiene ante sí la tarea de 
desentrañar, desde el análisis de lo real tales proyectos y 
desenmascararlos, pues conocer y comprender al enemigo es la 
precondición para cualquier estrategia. Las mujeres comprometidas con la
 libertad  y la emancipación social tienen que sumarse a estas tareas
·        El
 feminismo del pasado ha quedado obsoleto por los sustanciales cambios 
que el sistema ha introducido en la condición femenina y en la 
conciencia social por lo que tiene que ser revisado críticamente de 
forma colectiva por mujeres y hombres.
·        Es
 necesaria la lucha contra todas las formas de segregación y división en
 el seno del pueblo fomentadas por el Estado de modo que mujeres y 
varones, hermanadamente unidos  hagan frente  al sistema tiránico actual en todos los ámbitos, también en la lucha antimilitarista.
1)
 Nótese que ello sucede casi un siglo después que en Francia como 
producto, no del “atraso” español (soniquete de la progresía durante 
decenios) sino de la resistencia encontrada a tales proyectos  a este lado de los Pirineos en el mundo popular, en los hombres tanto como en las mujeres.
2)
 Es muy significativo el artículo “Mujeres” que aparece en la página web
 oficial del Ejército del Aire. La “Revista Española de Defensa” órgano 
del Ministerio dedica en todos los números un espacio no pequeño a 
entrevistas, artículos etc. de mujeres.  El 
Observatorio de la Mujer en las FAS, creado por el gobierno en 2005, 
hace informes y trabajos periódicos con el objeto de establecer las 
bases que permitan alcanzar la paridad en  el ejército entre féminas y varones
3) “El auge de la empresa multinacional española” Mauro F. Guillén
4)
 Aunque el Plan Estratégico Conjunto (PEC) sigue siendo, a día de hoy, 
secreto, su contenido a grandes rasgos puede ser deducido de su 
concreción práctica en decretos y órdenes diversos.
5) El  análisis
 hecho por EEUU después de la Guerra de Vietnam y que llevó a diseñar un
 modelo de ejército profesional abierto al voluntariado y  a
 las mujeres era conocido y ha sido la guía que se tomó para transformar
 las Fuerzas Armadas aquí. Sobre el actual ejército de Estados Unidos un
 texto esclarecedor es “Por Tierra, mar y aire. Las huellas globales de 
ejército americano” R. D. Kaplan. Los ejércitos han cambiado mucho en 
los últimos 20 años y, por tanto, el antimilitarismo tiene que 
actualizarse, incluso refundarse, a partir de las nuevas condiciones
6)
 “La incorporación de las mujeres a las Fuerzas Armadas: el caso español
 y su percepción pública en la perspectiva comparada” Angustias 
Hombrados, José A. Olmeda, Consuelo del Val. Real Instituto Elcano.
7)
 En realidad ya en la I Guerra Mundial (1914-1918), las potencias en 
pugna, todas ellas, echaron mano de las féminas con el objetivo de 
ocuparlas en la industria y las labores de la retaguardia. Para esas 
mujeres se elaboró ya un primer ideario feminista  que
 fue desarrollado más tarde. Sobre esta cuestión ver “Ellas solas. Un 
mundo sin hombres tras la Gran Guerra” Virginia Nicholson.
8) Distinto es el caso de las guerras legítimas
 en donde el estado de ánimo prevaleciente ha de ser el de superar el 
horror por la violencia en aras de metas trascendentes, necesarias y 
justas.
9)
 “Política sexual” Kate Millet. Este texto publicado en el año 1969 ha 
sido libro de cabecera de varias generaciones de feministas convencidas 
de su naturaleza revolucionaria, pero ninguna revolución positiva puede 
basarse en el desamor hacia los iguales que es el principal elemento 
constitutivo del sistema tiránico actual.
10)
 En “Refugio en un mundo despiadado. Reflexión sobre la familia 
contemporánea” C. Lasch concluye que la crisis de la familia en 
Norteamérica ha tenido un desenlace inesperado “el restablecimiento del 
despotismo político basado no en la familia sino en su disolución. En 
lugar de liberar al  individuo de la coerción 
externa, la decadencia de la vida familiar lo somete a nuevas formas de 
dominación, mientras que al mismo tiempo debilita su capacidad para 
resistirlas”. Exacto.
11)
 La Ley de Protección Integral contra la Violencia de Género es una 
muestra de la perversidad de un sistema que usa la discriminación como 
factor de enfrentamiento entre iguales, lo mismo sucede con la ley de 
Igualdad, la de Paridad, las ayudas y subvenciones en el cine y en otros
 sectores. Es significativo que en la actual crisis el paro se 
masculinice según todos los datos.
12)
 Esto será así inevitablemente pues la constitución en su artículo 30 
dice que todos los españoles tienen el derecho y el deber de defender a 
España y, por lo tanto, pueden ser llamados a filas cuando el poder 
constituido lo decida.Prado Esteban Diezma
Intervención en el “Otoño Libertario”
CNT Madrid, 25-octubre-2009






