La subordinación implícita en las lenguas indoeuropeas.


Extracto del libro Los Hombres Verdaderos
de Carlos lenkersdorf.




Español: Les dije
Tojolabal: Kala awabýex (yo les dije y ustedes escucharon)

En español el acontecimiento se describe mediante un solo sujeto cuya acción expresa el verbo. A este se le agrega un objeto indirecto. No se menciona la cosa que se dijo, es decir, no se hace referencia al objeto directo.


En Tojolabal, en cambio, tenemos dos sujetos agenciales (yo) y (ustedes). Cada uno de ellos ejerce la acción que le corresponde. El primero dije y el segundo escucharon. En cuanto a la cosa que se dijo y se escuchó no se dice nada. De hecho, está implícita en los verbos agenciales.

La diferencia entre las versiones española y tojolabal es obvia. La lengua indoeuropea emplea un solo verbo para dar expresión verbal al acontecimiento; el idioma maya, en cambio, utiliza dos verbos, correspondientes a dos acciones.


En castellano, al decir algo a alguien, se piensa sólo en la acción de un solo sujeto (singular o plural). El otro (también singular o plural) a quien se le dice algo desempeña un papel subordinado. Gramaticalmente es el objeto indirecto. No le toca acción alguna. Al hablar, ni nos damos cuenta de que esto ocurre así. Al reflexionar, ¿acaso no es obvio que en este caso hay un sujeto que actúa en relación con otros que no actúan? La respuesta seguramente será afirmativa, porque ¿no nos parece que las cosas estan ocurriendo así, es decir, que alguien es el sujeto hablante que se dirige a otro u otros?

Si así vemos las cosas y así construimos el habla, entonces parece que estamos dando un paso adicional. ¿No será que la estructura lingüística nos hace ver la manera en que nombramos el mundo, incluso las relaciones que vivimos dentro de él? Dicho de otro modo, la lengua no está adaptada de la manera en que vemos el mundo, sino que manifiesta nuestra cosmovisión.

Los hablantes de una cultura ven una solo acción con su agente, los de la otra ven dos acciones con sus agentes correspondientes. En el primer caso, el sujeto-agente domina la situación; los representantes de los objetos indirectos, en cambio, se encuentran en una situación de dependencia o subordinación. En el segundo caso subordinación y dependencia ceden su lugar a la complementariedad. Se trata de un intercambio entre iguales. De esta manera se expresa con mucha claridad un rasgo característico del tojolabal. Estamos hablando de aquello que llamamos intersubjetividad.

La estructura particular que acabamos de señalar nos da la posibilidad de explicar la intersubjetividad con más detalle. Hemos venido refiriéndonos a la comunicación, que en las lenguas indoeuropeas es una relación unidireccional. Los sujetos dicen o anuncian sus palabras para que los no sujetos las reciban.

Así ocurre, por ejemplo, en los medios llamados “de comunicación”, sobre todo en los noticieros. Los sujetos de estos programas seleccionan e interpretan los asuntos considerados idóneos para entrar en los noticieros. Los oyentes-objetos tienen la libertad de recibir lo que se les dice. Sería mejor llamarlos medios de información, ya que ésta implica selección, censura de distintos tipos, interpretación, etcétera.

De manera parecida se imparten clases en las escuelas. Por un lado, los sujetos-maestros-educadores dicen su palabra para que, por el otro lado, los alumnos-objetos-educandos la repitan. Este proceso se llama educación. Por informativa que sea, no es comunicativa, no es intersubjetiva.

De un lado (español) tenemos una estructura piramidal en forma de cadena de mando vertical y unidireccional: el sujeto actor determina el verbo que, a su vez, determina el objeto. Del otro (tojolabal), tenemos una estructura horizontal que es participativa y, además, bidireccional.