Auschwitz: los Hechos y la Leyenda


Robert Faurisson (nacido en 1929) es un profesor de literatura francés que generó una gran controversia con un artículo, publicado en el Journal of Historical Review, en donde negaba el holocausto judío.

Fue apartado de la docencia y de su puesto como analista de textos de la Universidad de Lyon por falsificar la historia, por difamación e incitación al odio racial. Dichas acusaciones se enmarcan dentro de la legislación anti-negacionista europea.


Auschwitz: los Hechos y la Leyenda
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A comienzos de 1940, Auschwitz no era todavía más que una ciudad de la Alta Silesia alemana, habitada por 13.000 habitantes. En mayo de 1940, en las afueras de Auschwitz comenzó a edificarse, sobre el emplazamiento de un cuartel de artillería del ejercito polaco, un "campo de tránsito" para 10.000 detenidos polacos.

En los años siguientes, con el agravamiento de la guerra, Auschwitz se convirtió en el centro de un conjunto de cerca de cuarenta campos y subcampos y la capital de un enorme complejo agrícola e industrial (minas, petroquímica, fábricas de armamento...) donde trabajaban numerosos detenidos, polacos y judíos en particular, junto a trabajadores civiles. Auschwitz fue, a la vez o sucesivamente, un campo de prisioneros de guerra, un vasto campo de tránsito, un campo-hospital, un campo de concentración y un campo de trabajos forzados y de trabajo libre. No fue nunca un "campo de exterminio" (expresión inventada por los Aliados).

A pesar de las drásticas medidas de higiene y de la multiplicidad de los edificios y de los barracones hospitalarios, a veces provistos de los últimos perfeccionamientos de la ciencia médica alemana, el tifus, que era endémico en la población judía polaca y entre los prisioneros de guerra rusos, causó, con la fiebre tifoidea y otras epidemias, estragos en los campos y en la ciudad de Auschwitz, en el seno de la población concentracionaria, incluso entre los médicos alemanes, y en la población civil.

Es así como, durante toda la existencia del campo, estas epidemias, aliadas, para algunos, a terribles condiciones de trabajo en esta zona pantanosa, al hambre, al calor y al frío, causaron, del 20 de mayo de 1940 al 18 de enero de 1945, la muerte de probablemente 150.000 detenidos [1].

El rumor de Auschwitz

Como es normal en tiempos de guerra y de propaganda de guerra, se desarrollaron múltiples rumores a partir de estos hechos dramáticos. Sobre todo hacia el final de la guerra y especialmente en los medios judíos en el exterior de Polonia, se dijo que los alemanes mataban en Auschwitz a millones de detenidos de manera sistemática, apoyados en una orden recibida de Berlín. Según estos rumores, los nazis habían instalado "fábricas de la muerte", especialmente para los judíos; disecaban a los detenidos vivos (vivisección) o bien los quemaban vivos (en fosas, en altos hornos o en crematorios); o también, antes de quemarlos, gaseaban a los judíos en mataderos químicos llamados "cámaras de gas". Se encuentran aquí ciertos mitos de la primera guerra mundial [2].

El apuro de los liberadores soviéticos

Los soviéticos ocuparon Auschwitz el 27 enero 1945. Lo que descubrieron era totalmente lo contrario a lo que propalaba la propaganda. Se puede decir que se quedaron boquiabiertos. Por su organización misma y por sus instalaciones sanitarias, tan modernas a los ojos de los soviéticos, este campo era todo lo contrario de un "campo de exterminio". También durante varios días, Pravda permaneció silencioso y, en ese momento, ninguna comisión de investigación aliada fue invitada a ir para constatar sobre el terreno la verdad de Auschwitz. Por fin, el 1 de febrero, Pravda salió de su silencio. No fue más que para poner en la boca de un prisionero, y de uno solo, las palabras siguientes:

"Los hitlerianos mataban por medio de gas a los niños, a los enfermos, así como a los hombres y mujeres no aptos para el trabajo. Incineraban los cadáveres en hornos especiales. En el campo había doce de estos hornos".

Se añadía que el número de muertos se evaluaba en "millares y millares" y no en millones. A1 día siguiente, el gran reportero oficial del diario, el judío Boris Polevoi, afirmó que el medio esencial utilizado por los alemanes para exterminar a sus víctimas era... la electricidad.

"Se utilizaba una cadena eléctrica donde centenares de personas eran muertas simultáneamente por una corriente eléctrica; los cadáveres caían sobre una cinta lentamente movida por una cadena y avanzaban hacia un alto horno".

La propaganda soviética estaba desconcertada y pudo mostrar solamente en sus películas las personas muertas o moribundas que los alemanes, en retirada, habían dejado sobre el terreno. Había también, como muestran los noticiarios de la época sobre la liberación del campo, numerosos niños vivos así como adultos con buena salud. La propaganda judía vino entonces en socorro de la propaganda soviética.

La propaganda judía a finales de 1944

En la primavera de 1944, dos judíos evadidos de Auschwitz se habían refugiado en Eslovaquia. Allí, con ayuda de correligionarios, comenzaron a poner a punto una historia de los campos de Auschwitz, de Birkenau (campo anejo a Auschwitz) y de Majdanek, descritos por ellos como "campos de exterminio". El más conocido de estos judíos era Walter Rosemberg, alias Rudolf Vrba, que vive todavía hoy en Canadá. Su relato, altamente fantasioso, pasó enseguida, siempre en medios judíos, a Hungría, a Suiza y, por fin, a los Estados Unidos. Tomó la forma de un informe mecanografiado publicado por el "War Refugee Board" en noviembre de 1944, con el sello de la presidencia de los Estados Unidos; el War Refugee Board debía su creación a Henry Morgenthau Junior (1891-1967), secretario del Tesoro, que iba a hacerse célebre por el "Plan Morgenthau" que, si hubiese sido seguido por Roosevelt y Truman, habría conducido al aniquilamiento físico, después de la guerra, de millones de alemanes.

Este informe sirvió de matriz a la "verdad" oficial de Auschwitz. Los soviéticos se inspiraron en él para su documento URSS-008 del 6 de mayo de 1945 al que, en el Proceso de Nuremberg, se otorgó, como a su informe sobre Katyn, el estatuto de documento "de valor autentico", que estaba prohibido discutir. Según este documento, los alemanes habían matado en Auschwitz a más de 4.000.000 de personas, especialmente gaseándolas con el insecticida llamado "Zyklon B". Esta "verdad" oficial iba a hundirse en 1990.

La confesión de Rudolf Höss

El 15 de abril de 1946, uno de los tres comandantes sucesivos de Auschwitz, Rudolf Höss (no confundir con Rudolf Hess) "confesó" bajo juramento, ante sus jueces y ante los periodistas del mundo entero, que, en el tiempo de su mando, es decir del 20 de mayo de 1940 al 1 de diciembre de 1943, al menos 2.000.500 detenidos de Auschwitz habían sido ejecutados por el gas y que al menos otros 500.000 habían sucumbido de hambre y enfermedades, lo que hacía un total de al menos 3.000.000 de muertos sólo durante este período. En ningún momento, R. Höss fue interrogado o contrainterrogado sobre la materialidad de los hechos extraordinarios de los que informaba. Fue entregado a los polacos. Bajo la vigilancia de sus carceleros comunistas, redactó con lápiz una confesión en buena y debida forma. Tras lo que fue colgado en Auschwitz el 16 abril 1947. Curiosamente, hubo que esperar hasta 1958 para tener comunicación, parcial, de esta confesión, conocida por el gran público con el título de "Comandante de Auschwitz".

Imposibilidades fisicoquímicas

La descripción, extremadamente vaga y rápida, de la operación de gaseamiento de los detenidos, tal como la relata R. Höss en su confesión escrita, era imposible por razones de física y de química. No hay que confundir un gaseamiento de ejecución con un gaseamiento suicida o accidental: ¡en un gaseamiento de ejecución se quiere matar sin ser muerto!

El Zyklon B es un insecticida a base de ácido cianhídrico, utilizado desde 1922 hasta el día de hoy. Es de una gran peligrosidad. Se adhiere a las superficies. Es difícil de evacuar. Es explosivo. Los americanos utilizan el gas cianhídrico para la ejecución, en ciertos Estados, de sus condenados a muerte. Una cámara de gas de ejecución es necesariamente muy sofisticada y el procedimiento es largo y peligroso. Ahora bien, R. Höss, en su confesión, decía que el equipo encargado de extraer los cadáveres de una cámara de gas, penetraba en los lugares desde la puesta en marcha de un ventilador y procedía a esta tarea hercúlea, comiendo y fumando, es decir, si se ha entendido bien, sin incluso una máscara antigás. Imposible. Nadie habría podido penetrar así en un océano de ácido cianhídrico para manipular allí millares de cadáveres intoxicados con cianuro, ellos mismos convertidos en intocables al estar impregnados de un violento veneno que mata por contacto. Incluso con máscaras antigás con filtro especial para el ácido cianhídrico, la tarea habría sido imposible, pues estos filtros no podían resistir en caso de respiración profunda debida a un esfuerzo físico, incluso de débil intensidad.

Una respuesta de 34 historiadores

En Le Monde del 29 de diciembre de 1978 y del 16 de enero de 1979, yo expuse brevemente las razones por las cuales, conociendo los lugares y el pretendido procedimiento seguido, estimaba que los gaseamientos de Auschwitz eran técnicamente imposibles. El 21 de febrero de 1979, también en Le Monde, apareció una declaración de 34 historiadores que concluía así:

"No hace falta preguntarse cómo, técnicamente, tal crimen en masa ha sido posible. Ha sido posible técnicamente porque ha tenido lugar".

En mi opinión, los "exterminacionistas", como yo los llamo, firmaban una capitulación incondicional. En el plano de la ciencia y de la historia, el mito de las cámaras de gas acababa de recibir un golpe fatal. Desde esta fecha, ninguna obra exterminacionista ha venido a aportar aclaraciones sobre este punto, y sobre todo no la de Jean-Claude Pressac, falazmente titulada Auschwitz: Technique and Operation of the Gas Chambers [3].

Para comenzar, ha acabado el tiempo en que los historiadores osaban decirnos que era auténtica tal cámara de gas presentada a los turistas como "en estado original", "en reconstitución" o "en estado de ruina" (las ruinas pueden ser parlantes). Las pretendidas cámaras de gas de Auschwitz no eran más que cámaras frías para la conservación de cadáveres en espera de su cremación, tal como lo atestiguan los planos que descubrí en 1976.

Muéstrenme o dibújenme...

En marzo de 1992, yo lanzaba en Estocolmo un desafío de alcance internacional: "¡Muéstrenme o dibújenme una cámara de gas nazi!" Precisaba que no estaba interesado en un edificio que supuestamente contenía una tal cámara de gas, ni en una pared, ni en una puerta, ni en cabellos, ni en calzado. Yo quería una representación completa del arma del crimen, de su técnica, de su funcionamiento. Añadía que, si se pretendía ahora que los alemanes habían destruido esta arma, era preciso que se me dibujara esta arma. Yo rehusaba creer en una "realidad material" desprovista de representación material.

El Holocaust Memorial Museum

El 30 de agosto de 1994, visité el Holocaust Memorial Museum de Washington. No encontré allí ninguna representación física de la mágica cámara de gas. Ante cuatro testigos, en su oficina, pedí entonces a Michael Berenbaum, Research Director del museo, que me explicara esta anomalía. Después de un arrebato violento, acabó por responderme que ¡"se había tomado la decisión de no dar ninguna representación física de la cámara de gas nazi"! No trató incluso de invocar la existencia en su museo de una maqueta artística del Crematorio II de Birkenau. Sabía que esta maqueta, que por otra parte no se reproducía en su libro-guía del museo [4], no era más que una creación artística sin relación con la realidad.

El hundimiento exterminacionista

Al Sr. Berenbaum tuve la ocasión de recordarle algunos acontecimientos desastrosos para la causa exterminacionista. En 1968, en su tesis, la historiadora judía Olga Wormser-Migot había reconocido que existía un "problema de las cámaras de gas" y había escrito que Auschwitz I estaba "sin cámara de gas" (¡esta "cámara de gas" visitada por millones de turistas!) [5].

En 1983, un británico, por otra parte defensor de la leyenda del exterminio, revelaba cómo Rudolf Höss, antes de testificar ante el Tribunal de Nuremberg, había sido torturado por miembros judíos de la Seguridad militar británica, y después había confesado a fuerza de patadas, de puñetazos, de latigazos, de exposición al frío y de privación de sueño [6].

En 1985, en el primer proceso de Ernst Zündel en Toronto, el testigo Nº 1, Rudolf Vrba, y el historiador Nº 1 de la tesis exterminacionista, Raul Hillberg, se hundieron ante el contrainterrogatorio llevado por el abogado Douglas Christie, al que yo asistí [7].

En 1988, el historiador judio americano Arno Mayer, que afirmaba creer en el genocidio y en las cámaras de gas, escribía:

"Sources for the study of the gas chambers are at once rare and unreliable ... Besides, from 1942 to 1945, certainly at Auschwitz, but probably overall, more Jews were killed by so-called 'natural' causes than by 'unnatural' ones" (Las fuentes sobre el estudio de las cámaras de gas son, al mismo tiempo, escasas y no fiables /.../. Dicho eso, de 1942 a 1945, ciertamente en Auschwitz, pero probablemente también en todas partes, las causas llamadas 'naturales' mataron más judíos que las causas 'no naturales'" -subalimentacion, enfermedades, epidemias, agotamiento) [8].

En 1992 Yehuda Bauer, profesor de la Universidad hebrea de Jerusalén, calificaba de "silly" (inepta) la tesis según la cual la decisión de exterminar a los judíos había sido tomada el 20 enero 1942 en Berlín-Wannsee [9].

En 1993, J.C. Pressac evaluaba el número de muertos de Auschwitz (judíos y no judíos) en un total de 775.000 y, en 1994, en una cifra comprendida entre 630.000 y 710.000 [10].

Este mismo año, el profesor Christopher Browning, colaborador de la Encyclopedia of the Holocaust, declaraba: "Höss was always a very weak and confused witness" (Höss siempre fue un testigo muy débil y confuso) y tenía el aplomo de añadir: "The revisionists use him all the time for this reason, in order to try and discredit the memory of Auschwitz as a whole" (Es por lo que los revisionistas lo utilizan todo el tiempo, con el fin de tratar de lanzar el descrédito sobre la memoria de Auschwitz en su totalidad) [11].

En Auschwitz, hasta el comienzo de 1990, todo el mundo podía constatar que, sobre diecinueve placas de metal del gran monumento de Birkenau, estaba inscrito en diecinueve lenguas diferentes que 4.000.000 de personas habían muerto en ese campo; ahora bien, estas placas fueron retiradas hacia abril de 1990 por las autoridades del museo de Auschwitz que, hoy todavía, no saben por qué cifra reemplazar la cifra falsa ante la cual habían venido a inclinarse todos los grandes de este mundo, comprendido el Papa Juan Pablo II.

En apoyo de su tesis, los revisionistas disponen de tres peritajes diferentes (F. Leuchter, G. Rudolf, W. Luftl) e incluso del comienzo de un peritaje polaco; mientras que los exterminacionistas no osan emprender un peritaje del arma del crimen. Todos los supervivientes judíos de Auschwitz y, en particular, los "niños de Auschwitz", es decir, aquellos que nacieron en el campo o que vivieron allí sus primeros años, son pruebas vivientes de que Auschwitz no pudo ser nunca un campo de exterminio.

No solamente no ha existido ni una orden, ni un plan, ni el menor indicio de una instrucción o de un presupuesto para esta vasta empresa que habría sido el exterminio sistemático de los judíos; no solamente no existe ni un informe de autopsia que establezca la muerte de un detenido por un gas venenoso, ni un peritaje oficial del arma del crimen, sino que tampoco existe ningún testigo de las cámaras de gas a pesar de lo que algunos autores de best-sellers querrían hacernos creer.

En La Nuit (Night), testimonio autobiográfico publicado en 1958, Elie Wiesel no menciona ni una sola vez las cámaras de gas de Auschwitz; ¡dice que los judíos eran exterminados en hogueras o en hornos crematorios! En enero de 1945, los alemanes le dejaron escoger, así como a su padre, entre esperar a los soviéticos sobre el terreno o partir hacia el corazón de Alemania. Tras madura reflexión, el padre y el hijo decidieron huir con sus "exterminadores" alemanes antes que esperar a sus liberadores soviéticos. Esto se encuentra con toda claridad en La Nuit, que basta leer con atención [12].

La mentira de Auschwitz

En 1980, yo declaraba:
"El pretendido genocidio de los judíos y las pretendidas cámaras de gas hitlerianas forman una sola y misma mentira histórica, que ha permitido una gigantesca estafa político-financiera cuyos principales beneficiarios son el Estado de Israel y el sionismo internacional y cuyas principales víctimas son el pueblo alemán, pero no sus dirigentes, y el pueblo palestino entero".

Hoy, no veo que tenga que retirar una palabra de esta declaración a pesar de las agresiones físicas, a pesar de los procesos, a pesar de las multas que he sufrido desde 1978 y a pesar de la prisión, el exilio o la persecución de tantos revisionistas.

El revisionismo histórico es la gran aventura intelectual del fin de siglo.

Solamente lamento una cosa: no poder, dentro de los límites de este artículo, encontrar el lugar necesario para rendir homenaje a los cien autores revisionistas que, desde el francés Paul Rassinier y pasando por el americano Arthur R. Butz, el alemán Wilhelm Staglich, el italiano Carlo Mattogno y el español Enrique Aynat, han acumulado sobre la realidad histórica de la segunda guerra mundial tantos trabajos de mérito manifiesto.

Una última palabra: los revisionistas no son ni negadores ni personajes animados de sombrías intenciones. Buscan decir lo que ha pasado. Y no lo que no ha pasado. Son los que anuncian una buena noticia. Continúan proponiendo un debate público, a plena luz, incluso si, hasta aquí, se les ha respondido sobre todo por el insulto, por la violencia, por la fuerza injusta de la ley o también por vagas consideraciones políticas, morales y filosóficas. La leyenda de Auschwitz debe, en los historiadores, dejar lugar a la verdad de los hechos [13].

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