El asalto al Hades. La rebelión de Edipo


(Extracto)
Casilda Rodrigáñez

La vida se mantiene produciendo más de sí misma.
L. MARGULIS Y D. SAGAN

¿Qué es la vida?


GAIA:
Un espejo que refleja las cosas de otra manera.
Un concepto que hace añicos la metafísica y las ciencias sociales.

Cuando el aire, el océano y la corteza de nuestro planeta se examinan de esta manera, la Tierra se ve como una anomalía extraña y hermosa, dice Lovelock. Y añade: las pruebas que Lynn Margulis y yo, entre otros, especialmente Michael Whitfield, hemos reunido a través de los años, demuestran casi sin duda que la Tierra es una construcción biológica.

Gaia es el nombre que estos científicos retomaron del Neolítico para designar a la superficie de la Tierra (el aire, la corteza y los océanos) como ente orgánico, como unidad viva; Gaia incluye todos los procesos vitales interrelacionados que se realizan en la Tierra, y que forman parte de un mismo impulso autopoyético, auto-organizativo y autorregulador. No es que haya seres vivos que ‘pueblan’ la Tierra; es que todos los seres vivos somos una parte de la Tierra viva; somos un momento de los ciclos de Gaia, un remanso de flujo gaiático. Un flujo que no es nada etéreo o sobrenatural, sino un flujo material totalmente identificado.

Esta es la idea central de la llamada ‘hipótesis Gaia’ propuesta por Lovelock y Margulis, y que aquí estamos resumiendo en base a las exposiciones que estos dos autores hicieron en las famosas Conferencias de Lindisfarne, en junio de 19804. Aunque, posteriormente, dicha hipótesis se ha argumentado y razonado mucho más profusamente.

Sigamos, por ahora, con la exposición de Lovelock en Lindisfarne: La Tierra se autorregula, con métodos eficacísimos, para mantener las proporciones de gases atmosféricos que tenemos, y no otras. Por ejemplo, el 21 % de oxígeno: si tuviéramos un 25 % de oxígeno, hasta el detritus húmedo del suelo de la selva tropical podría incendiarse con un relámpago. Una vez en llamas, las selvas se quemarían en un incendio impresionante.

Si el nivel del 25 % se mantuviese mucho tiempo, se quemaría toda la vegetación. Solamente un 1 % más de oxígeno del que tenemos, incrementa la probabilidad de incendio en un 60 %. Nuestro nivel actual es un buen equilibrio entre el riesgo y el beneficio, concluía Lovelock.

Otro impresionante dato de autorregulación de la Tierra: El sol se está calentando exponencialmente, es decir, a una velocidad vertiginosa; desde que empezó la vida en nuestro planeta, se calcula un incremento de entre un 30 y un 50 %. Por un lado, se sabe que cuando apareció la vida tuvo que hacerlo en unas condiciones de temperatura superiores al punto de congelación similares a las actuales. Por otro, tenemos que un aumento de un 30 % de producción solar nos llevaría al punto de ebullición…

¿por qué no estamos hirviendo ahora?

Científicos como Carl Sagan, han planteado que la joven Tierra podría haber tenido una atmósfera rica en amoníaco, que habría actuado a modo de ‘manta’ para mantener el planeta más caliente a pesar de estar el sol más frío. Posteriormente se han propuesto otras hipótesis sobre la composición de esta ‘manta’. Pero, cualquiera que haya sido la composición del ‘gas-manta’, ha tenido que haber una disminución suave y continua del mismo, para mantener el espesor de la ‘manta’ en correspondencia con el crecimiento del calor del sol y así mantenernos en la temperatura adecuada. Esto es otro indicio de regulación gaiática.

La capacidad de autorregulación y la fortaleza de Gaia se demuestra también con su supervivencia a pesar del impacto de, como mínimo, treinta golpes mortales que ha recibido. Cada 100 millones de años más o menos, un pequeño planeta de unas dos veces el tamaño del Everest, y que se mueve a sesenta veces la velocidad del sonido, nos golpea. La energía cinética de este golpe es tan enorme que sería equivalente a la detonación de treinta bombas atómicas del tamaño de la de Hiroshima por cada milla cuadrada… Hace 65 millones de años la Tierra recibió uno de estos impactos y se calcula que murieron un 60% o más de las especies entonces presentes. Gaia ha recibido 30 golpes de estos, y algunos más duros; pero hasta ahora se ha recuperado siempre.

A nuestro etnocentrismo secular, Lovelock opone un punto de vista más global sobre la vida. Hay algo más en la vida que seres humanos… Por ejemplo, las bacterias, que durante 2000 millones de años han mantenido ellas solitas nuestra biosfera y han regulado nuestra atmósfera. Gaia es como un espejo para ver las cosas de otra manera distinta.

La exposición de Lynn Margulis en Lindisfarne –y, evidentemente, no fue casualidad– completó la hipótesis de Lovelock, al dar la explicación de cómo se transformó la Tierra en un ser vivo.Veámoslo:

La Tierra, empezaba el razonamiento de Margulis, se formó al mismo tiempo que los demás planetas del sistema solar hace unos 5000 millones de años, y en sus orígenes su historia debió de ser similar a la deVenus o Marte; en su juventud, la Tierra tenía una atmósfera parecida a la que tienen estos planetas en la actualidad, que tienen un 98% de dióxido de carbono, mucho menos de 1% de oxígeno, 2 % de nitrógeno y algo de vapor de agua. La transformación de esta atmósfera hasta tener el 0,03% de dióxido de carbono, 21% de oxígeno y 78% de nitrógeno, que tiene la Tierra actualmente, la realizaron nuestras antepasadas, las bacterias anerobias.

Efectivamente, la vida se originó en la Tierra mediante la formación e interacción de moléculas de aminoácidos, nucleótidos y azúcares.

Estos compuestos químicos no se acumulan en presencia deoxígeno, puesto que, en cuanto se forman, el oxígeno reacciona con ellos y los destruye. Las primeras células de la Tierra tuvieron que surgir en ausencia de oxígeno y ello corrobora la inexistencia de oxígeno en nuestra
atmósfera hace 3500 millones de años.

Las bacterias actuales más primitivas, que se consideran las descendientes más directas de nuestras más antiguas antepasadas, también se envenenan con oxígeno; su materia celular se quema si se exponen a este gas. Son obligatoriamente anaerobias, y viven absorbiendo compuestos orgánicos.

No es difícil suponer que al desarrollarse estas bacterias, con el tiempo, la provisión de compuestos orgánicos llegó a ser limitada; entonces se produjo la evolución del aparato fotosintético, que utiliza la luz solar como energía que permite transformar los compuestos inorgánicos en orgánicos.Al principio la fotosíntesis no generaba oxígeno, hasta que surgieron las cianobacterias; es decir, unas bacterias antepasadas de las cianobacterias actuales, que probablemente fueron los primeros organismos que despedían oxígeno como residuo de la fotosíntesis.

Hay pruebas fósiles de la aparición de las cianobacterias hace 3500 millones de años, fecha que encaja con los datos del archivo geológico, que muestra rocas con formas oxidadas de minerales a partir de esa época.

El aumento de la fotosíntesis oxigénica (con producción de oxígeno) fue una catástrofe para la vida primitiva, pues el oxígeno era un contaminante tóxico que la amenazaba casi sin escapatoria.

La resolución de la crisis del oxígeno fue un viraje decisivo en la historia de la vida, dice Margulis. Las bacterias evolucionaron entonces para utilizar el oxígeno que producían: inventaron la respiración aeróbica,que aún hoy utilizan las células de nuestro propio cuerpo. Esta solución no sólo las protegía, sino que les proporcionaba energía adicional, porque la respiración de oxígeno genera mucho más ATP(1) que la fermentación anaeróbica. Con el tiempo se desarrollaron también células no fotosintéticas que utilizaban el oxígeno para sus procesos metabólicos. Y podían generar suficiente ATP, para hacerse más grandes y realizar funciones más complicadas.

Hace unos 600 millones de años hubo una verdadera explosión de formas grandes de vida animal y fotosintética: gracias a sus antepasados microscópicos.Toda la química de la vida la inventaron las bacterias a lo largo de unos 1500 millones de años.

La era arcaica (que nombra el periodo de tiempo que va desde que la corteza terrestre se solidificó hace unos 4000 millones de años, hasta hace 2600 millones de años) vió la formación de la vida en nuestro planeta, y el desarrollo de las principales estrategias metabólicas, incluyendo la fermentación, la fotosíntesis y la capacidad de convertir el nitrógeno atmósferico en un elemento utilizable por las células.

El surgimiento de la vida de forma anaerobia, y luego la evolución de las bacterias de respiración aeróbica, es el correlato –y la explicación– de la transformación de nuestra atmósfera, que es una ‘anomalía’ fisicoquímica, y que sólo se entiende en tanto que ‘biosfera’; es decir, en tanto que parte del sistema vivo, autorregulador gaiático. Eso nos acerca a comprender la hipóteis Gaia.

La hipótesis Gaia no es sólo un descubrimiento en el campo de la geología y la biología; como dice Lovelock, es un espejo para ver las cosas de otra manera;es decir,un concepto que a su vez conceptualiza nuevamente las demás cosas; les da un significado distinto; es un descodificador de códigos mantenidos en secreto por la Humanidad durante 5000 años;una representación y una proyección simbólica diferente de todas las cosas. Por eso creemos que Gaia abre el camino para la descodificación de nuestro mundo simbólico y en cierto modo nos obliga a emprender una revolución de nuestra semántica.

Autopoyesis, autorregulación y an-arquía

Quizá la palabra ‘autopoyesis’ resulte extraña para mucha gente.

‘Autopoyesis’ es un término utilizado por los biólogos Humberto Maturana y Francisco Varela para designar la capacidad de la vida de auto-organizarse y de reproducirse a sí misma6. Según estos autores, un sistema autopoyético es un sistema que en vez de ser programado desde fuera, se hace a sí mismo, pero que está abierto para recibir y producir. El sistema autopoyético se define, entonces, como una organización cerrada (que se hace a sí misma y no está programada desde fuera) y una organización abierta (que produce, da y recibe).

Para comprender qué es la vida, más allá de nuestra semántica, hay que comprender que las condiciones que permitieron la aparición y la consolidación de un ente orgánico son las mismas que pueden permitir su permanencia, su equilibrio estable, su autorregulación. Por eso la autorregulación, que es, a pesar de todo, un fenómeno sensible relativamente perceptible y asequible para nuestras mentes, nos acerca a entender el concepto de autopoyesis.

La vida, pues, es un sistema autopoyético con capacidad autorreguladora, en otras palabras: ni hay creadores ni hay legisladores externos al sistema.

Un motor necesita que alguien lo fabrique, necesita una fuente de energía y alguien que lo active y lo maneje. Una fábrica necesita una financiación, un@s obrer@s, un director, jefes de departamentos, encargados, etc. Cuando decimos que algo tiene vida propia, entendemos que no necesita nada de eso; proviene de la misma vida, de una larga filogénesis: se autorregula y es un ente autopoyético.

Este es un eslabón importante de la metafísica. En el mundo material, no en el mundo de las ideas, la capacidad de autorregulación, es decir, la no necesidad de algo exterior que nos gobierne, es un correlato de la autopoyesis.

No hay ningún creador, ningún ente metafísico que haya creado, planificado o legislado los sistemas abiertos de la vida; ni ningún supervisor que se dedique a velar por el cumplimiento de ley alguna. El concepto de ‘ley’, incluído el de la ‘ley natural’, es una invención con una clara intencionalidad política y social, tanto en su origen histórico como en el presente. Recordemos que ya en el colegio nos enseñaban que la primera ley escrita data de 1800 a.c. y fué dictada por un rey (Hammurabi) que supuestamente había sido instruído a tal efecto por el dios Marduk.También los mandamientos de la Ley de Moisés fueron presentados como provenientes de Yavé, el Dios de judios y cristianos, que ha jugado y juega un papel tan importante en nuestra sociedad, etc. etc.

No es casualidad que en nuestra lengua no exista una palabra de uso común para designar este fenómeno que ahora llamamos ‘autopoyesis’.

Desde hace 5000 años (sólo desde hace 5000 años, pues antes la civilización humana estuvo profundamente impregnada de la noción de autopoyésis), dicho fenómeno, dicho concepto, se ha excluído de la Realidad de la sociedad patriarcal que funciona según diversos tipos de leyes.

Sin llegar a acuñar un nuevo concepto, Kropotkin ya habló de la autopoyesis:

Lo que se llamaba ‘Ley natural’ no es más que una cierta relación entre fenómenos que vemos confusamente… es decir, si un fenómeno determinado se produce en determinadas condiciones, seguiríase otro fenómeno determinado. No hay ley alguna aparte de los fenómenos: es cada fenómeno el que gobierna lo que le sigue, no la ley. No hay nada preconcebido en lo que llamamos armonía de lo natural. El azar de colisiones y encuentros ha bastado para demostrarlo. Este fenómeno perdurará siglos porque la adaptación, el equilibrio que representa, ha tardado siglos en asentarlo.

Kropotkin avanzó lo que ahora, desde distintos campos de la ciencia, los llamados teóricos del ‘caos’ y de los ‘sistemas auto-organizadores’ y autopoyéticos, están descifrando.

Tras fijar toda su atención en el sol y los grandes planetas, los astrónomos están empezando a estudiar ahora los cuerpos infinitamente pequeños que pueblan el universo.Y descubren que los espacios interplanetarios e interestelares se hallan poblados y cruzados en todas direcciones imaginables por pequeños enjambres de materia, invisibles, infinitamente pequeños cuando se consideran los corpúsculos por separado, pero omnipotentes por su número. Son estos cuerpos infinitamente pequeños… los que analizan hoy los astrónomos buscando explicación… a los movimientos que animan sus partes, y la armonía del conjunto. Otro paso más, y pronto la gravitación universal misma no será más que el resultado de todos los movimientos desordenados e incoherentes de esos cuerpos infinitamente pequeños: de oscilaciones de átomos que actúan en todas las direcciones posibles.

Así, el centro, el orígen de la fuerza, antiguamente trasladado de la tierra al sol, vuelve a estar hoy desparramado y diseminado. Está en todas partes y en ninguna. Como el astrónomo, percibimos que los sistemas solares son obra de cuerpos infinitamente pequeños; que el poder que se suponía gobernaba el sistema es él mismo sólo resultado de la colisión de estos racimos infinitamente pequeños de materia; que la armonía de los sistemas estelares sólo lo es por consecuencia y resultante de todos esos innumerables movimientos que se unen, completan y equilibran recíprocamente.

Con esta nueva concepción, cambia la visión general del universo. La idea de que una fuerza gobernaba el mundo, de una ley preestablecida, de una armonía preconcebida, desaparece y deja paso a la armonía que vislumbró Fourier : la que resulta de los movimientos incoherentes y desordenados de innumerables agrupaciones de materia, cada una siguiendo su propio curso y manteniéndose todas en equilibrio mutuo.

En nuestro mundo ‘caos’ y ‘anarquía’ representan el desbarajuste, la disfunción de lo que tiene que funcionar. En nuestra lengua, quieren decir falta de ley, haciendo ver que para que las cosas funcionen hacen falta ley y gobierno: es la fuerza simbólica de los conceptos, como diría Lacan. La fuerza de una simbología que tiene por objeto fabricar una cosmovisión en la que perdemos contacto con la vida material, perdemos la confianza original en ella y el sentido del bienestar; y en cambio, nos hace aceptar la ley y rendir nuestras vidas a los seres superiores que nos gobiernan.

La ley es, relativamente hablando, producto de los tiempos modernos.

La especie humana vivió siglos sin ninguna ley escrita… escribió también Kropotkin, añadiendo:

Sin sentimiento y usos sociales, habría sido del todo imposible la vida en común. No fué la ley quien los estableció; son anteriores a toda ley. Ni los ordenó tampoco la religión; son anteriores a toda religión. Se hallan entre todos los animales que viven en sociedad. Se desarrollan espontáneamente por la propia naturaleza de las cosas… Surgen de un proceso de evolución…

Kropotkin tiene que dar un rodeo para explicar qué es la vida humana; tiene que decir que la vida humana funcionaba antes que la ley y que la religión, para demostrar que los sentimientos de solidaridad son propios de la vida humana y no producto de la ley. Estos rodeos son los que siempre tenemos que dar a falta de conceptos y de representaciones que expliquen la realidad con minúscula de la vida.

Por eso el concepto de autopoyesis implica una revolución de la semántica, al menos en esta cuestión: caos es armonía, eficacia, perfección.

An-arquía es la cualidad básica de los sistemas autopoyéticos, puesto que no hay entes superiores que dicten leyes ni las mantengan: no hay Poder: la vida es an-árquica.

Las formas orgánicas son al mismo tiempo, caóticas y perfectas; caóticas porque no hay un orden predeterminado ni un patrón de conducta: no se fabrican con moldes fijos ni maquetas; y son perfectas porque realizan perfectamente los procesos vitales que sustentan.

Así pues, ‘caos’ y ‘perfección’,‘caos’ y ‘armonía’, no sólo no son calificativos excluyentes sino que están estrechamente unidos. Lo mismo que la ausencia de ley está unida a la armonía, porque los fenómenos naturales, la vida, es un equilibrio que ha tardado siglos de evolución en asentarse: esa es la razón de la armonía y de la perfección, y no la ley preconcebida.

El conocimiento de la vida, su condición autopoyética y an-árquica, se oculta en medio de una profusión de información y de conocimientos dispersos. Como si estudiásemos los órganos, los tejidos y las células de nuestro organismo por separado y nos ocultasen que forman parte de nuestro cuerpo, su función y su interrelación (armónica, an-árquica) como partes de un todo. De este modo, a pesar de todos los conocimientos –cada vez más específicos, más sectorializados, como si la verdad estuviese en el interior de cada corpúsculo sólido de vida, y no en la interrelación de sus formas y procesos, en su movimiento asociatiavo–, y a pesar de los avances tecnológicos para estudiar la vida, como decía Saint Exupéry, lo evidente permanece invisible; invisible, indecible e impensable porque nuestro mundo simbólico y nuestra semántica ocultan lo que es la vida.Y se oculta, porque si los seres vivos tienen como cualidad la autorregulación,
y si su agrupación, por muy compleja cuantitativa y cualitativamente que sea, no es jerarquización, la necesidad de cualquier tipo de gobierno o de jefatura queda en entredicho.

Cooperación

Buscar el placer, evitar el dolor es la vía general
de acción (algunos dirían Ley) del mundo orgánico.
Sin esta búsqueda de lo agradable, la vida misma
sería imposible. Los organismos se desintegrarían,
cesaría la vida. KROPOTKIN

Como seres humanos somos seres adictos al amor y
dependemos, para la armonía biológica de nuestro vivir,
de la cooperación y la sensualidad, no de la competencia
y la lucha. HUMBERTO MATURANA

Todo por vivir amando vive
BALTASAR ELISO DE MEDINILLA

Hombre y naturaleza no son como dos términos uno
frente a otro… Son una única realidad esencial del
productor y del producto. La producción como proceso
desborda todas las categorías ideales y forma un ciclo
que remite al deseo en tanto que principio inmanente.
(DELEUZE Y GUATTARI)

El proceso sexual, o sea, el proceso expansivo del placer,
es el proceso vital productivo per se. (REICH)

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