Extracto de El origen de la célula (Edición al castellano 2001) .
Lynn Margulis (Boston University)
Este artículo es una continuación de: El origen simbiótico de la célula eucariota: Las mitocondrias.
Plástidos
Una vez que las nuevas células eucarióticas estuvieron bien integradas con sus hos-
pedadores, algunas de las nuevas células eucarióticas adquirieron un nuevo endo-
simbionte, un procarionte fotosintético, añadiendo de esta manera la fotosíntesis
al repertorio de reacciones generadoras de energía de los eucariontes. Dichos sim-
biontes llegaron a ser completamente dependientes de los hospedadores al igual que
las bacterias convertidas en mitocondrias, y con el tiempo, evolucionaron convir-
tiéndose en plástidos, orgánulos pigmentados rodeados por una membrana que se
encuentra en todos los eucariontes fotosintéticos (véase la Fig. 4-11).
Los primeros eucariontes fotosintéticos fueron probablemente las algas. Con
el término alga, que se traduce simplemente como "plantas acuáticas", se describe
más una forma de vida que un grupo de organismos relacionados entre sí. Con este
término se ha hecho referencia tradicionalmente a la mayoría de los organismos
acuáticos que viven mediante la fotosíntesis y liberan oxigeno. Muchas algas son
unicelulares y microscópicas, otras en cambio, como las macrofeofíceas se encuen-
tran entre los organismos de mayor tamaño. En la actualidad se considera que las
algas son protoctistas, aunque en su momento fueron incluidas en el reino vegetal.
Muchas características las distinguen de las plantas, pero las más importantes son
la no formación de embriones ni de órganos sexuales multicelulares. Muchas algas
unicelulares son exactamente iguales a otros protistas relacionados con ellas, excepto
en que estos últimos carecen de plástidos y son, por consiguiente, incapaces de producir
alimento a través de la fotosíntesis. Otras algas tienen unas características
muy especiales, como por ejemplo Caulerpa, que habita en los mares tropicales y
tiene estructuras con aspecto engañosamente parecido al de raíces, tallos y hojas
(véase la Fig. 4-12). Este organismo, que puede alcanzar hasta un metro de altura
es, de hecho, una enorme célula que contiene millones de mitocondrias, núcleos y
cloroplastos (plástidos verdes), todo ello englobado por la misma membrana exter-
na. Por ello no puede considerarse a Caulerpa como una planta.
Es muy diñcil precisar con exactitud el momento en que se originaron las pri-
meras algas eucarióticas, pues sólo disponemos de observaciones dispersas. Al lle-
gar el Período Ordovicico, hace unos 500 millones de años, ya vivían bajo el agua
algas multicelulares bien desarrolladas. Muy pronto aparecieron también las algas
rojas. Aunque las pruebas microscópicas son equívocas, se han hallado en cambio
láminas orgánicas macroscópicas que recuerdan al alga Ulva en las rocas del Grupo
Dal en Canadá, de unos mil millones de años de antigüedad.
Los pigmentos fotosintéticos de todas las algas están ligados a membranas en
el interior de plástidos. Distintos grupos de algas se diferencian en el color de sus
pigmentos. Los cloroplastos son verdes, los rodoplastos rojos, los feoplastos marro-
nes y los crisoplastos dorados. En todas las plantas, en cambio, los plástidos que
llevan a cabo la fotosíntesis son cloroplastos. Además, existen otros tipos de plás-
tidos, tales como los amiloplastos que no poseen pigmentos y que almacenan almi-
dón y los cromoplastos que están pigmentados pero no son fotosintéticos.
Todas las células de las plantas contienen alguna clase de plástidos. Incluso las
células que no son ni verdes ni fotosintetizadoras (por ejemplo, las de las raíces o
semillas) contienen plástidos y lo mismo sucede con aquellas plantas parásitas in-
capaces de fotosintetizar. No se sabe con seguridad la función que cumplen los plás-
tidos no fotosintéticos, pero probablemente producen lípidos y enzimas cruciales
para el resto de la célula.
La unión entre organismos no fotosintéticos y otros capaces de producir sus
propios nutrientes a partir de la energía solar ha ocurrido con mucha frecuencia.
El molusco bivalvo Tridacna, por ejemplo, puede alcanzar hasta ciento veinte
centímetros de longitud alimentándose, en parte, por medio de las algas simbióticas
que realizan la fotosíntesis entre las células de su manto. Las hidras verdes com-
pletan su dieta de pequeños crustáceos exponiéndose al sol para estimular de esta
forma la fotosíntesis de las algas simbióticas que viven en el interior de sus células.
Al alimentarse de algas, algunos nudibranquios marinos adquieren los cloroplastos
de aquéllas. En el interior de las células de los nudibranquios estos cloroplastos fun-
cionan con bastante independencia, fotosintetizando alimento tanto para si mismos
como para el molusco hospedador. Este tipo de asociación, por lo tanto, puede pre-
sentarse a diferentes niveles, entre autótrofos y heterótrofos multicelulares, entre for-
mas unicelulares e incluso entre células animales y cloroplastos.
Si los plástidos se hubieran originado a través de la simbiosis y no en el inte-
rior de las células algales, podríamos esperar que, como en el caso de las mitocon-
drias, los plástidos conservaran todavía rasgos de sus antepasados procarióticos. Al-
gunas pruebas nos indican que efectivamente es así. Los procesos fotosintéticos de
los diferentes tipos de algas de las plantas y de las cianobacterias, son, exceptuando
pequeñas diferencias en los pigmentos, muy parecidos. La clorofila y las cadenas
transportadoras de electrones, tanto en las cianobacterias como en los plástidos, es-
tán dispuestas en membranas multilaminares denominadas tilacoides. Los plástidos
poseen su propio DNA y RNA y pueden sintetizar parte de las proteínas que for-
man sus membranas. El DNA de los genes de los plástidos se parece al DNA de
las células procarióticas; es una molécula circular no revestida por las proteínas (his-
tonas) que cubren el DNA de los eucariontes.
Ford Doolittie, bioquímico de la Dalhousie University (Halifax, Nueva Esco-
cia) ha comparado la secuencia de bases del RNA ribosómico de los plástidos del
alga roja Porphyridium con las secuencias del RNA ribosómico procedente de otras
fuentes, como por ejemplo de la cianobacteria cocoidal (esférica) Synechococcus y
de los cloroplastos del protista verde unicelular Euglena. El RNA de los cloroplas-
tos de Porphyridium resultó ser más parecido al RNA de estas dos últimas fuentes
que al RNA de su propio citoplasma (véase la Tabla 4-2). Doolittie ha interpreta-
Tabla 4.2. Grados de similitud entre el RNA ribo-
sómico de los rodoplastos de Porphyridium y el RNA
ribosómico de otras procedencias
Procedencia Similitud (%)
Synechococcus (cianobacteria) 42
Euglena (cloroplasto) 33
Porphyridium (citoplasma) menos del 15
do estos datos como indicativos de que las cianobacterias cocoidales son las ante-
cesoras de los rodoplastos de las rodoñceas. Trabajos similares sugieren que el pro-
carionte Prochioron originó los cloroplastos de las clorofíceas.* Desafortunadamen-
te nadie ha encontrado todavía pigmentos marrones o amarillos en procariontes de
vida libre, de manera que el origen de los crisoplastos de algas doradas y de los
feoplastos de algas marrones sigue siendo difícil de inferir.
La teoría simbiótica del origen de los plástidos propone que la fotosíntesis fue
adquirida muchas veces, y en forma ya desarrollada y refinada, por varios tipos de
células heterotróficas con núcleo, es decir protozoos (el término tradicional para
los protistas no fotosintéticos). Tras adquirir procariontes fotosintéticos, estos pro-
tozoos se convirtieron en algas móviles o inmóviles, dependiendo de si el protozoo
era también móvil o inmóvil. Las algas móviles poseían la eficiencia, la rapidez de
movimientos y la capacidad de desarrollo de los protozoos, junto a las reacciones
fotosintéticas de los procariontes aeróbicos. Así mismo, disponían de dos formas
de generar ATP, mediante las reacciones lumínicas de la fotosíntesis y mediante la
respiración. No es de extrañar que llegaran a dominar los océanos y otros ambien-
tes acuáticos del mundo constituyendo el fitoplancton. En esta forma ha continua-
do tal dominación hasta el presente, y además, algunas algas verdes finalmente die-
ron lugar a las plantas terrestres.