'Una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra'.
Mito asiduamente cultivado por los primeros sionistas para crear la ficción de que Palestina
era un lugar remoto y desolado que esperaba que alguien lo ocupase. A esta pretensión siguió
enseguida la negación de la identidad, nacionalidad o títulos legítimos de posesión de esa
tierra por los palestinos, que han vivido en ella desde tiempo inmemorial.
Ralph Schoenman
EL LEVANTAMIENTO
“Con cólera, con odio y con auténtica fiereza, miles de adolescentes tiraban piedras contra los
ocupantes israelíes, sin retroceder ante el fuego graneado que les recibía. Era algo más que agitación
popular... Era el principio de una revuelta popular.” 1
Así describía el corresponsal del Jerusalem Post Hirsh Goodman el levantamiento de la
juventud palestina de Cisjordania y Gaza a mediados de diciembre de 1987.
Goodman escribía estas observaciones en vísperas de la huelga general a que se
lanzaron el 21 de diciembre todas las comunidades palestinas bajo dominación israelí. El
diario israelí Ha’aretz describió esa huelga como “una advertencia más grave aún que los motines
sangrientos de las dos últimas semanas”2
“Ese día, escribía John Kifner en el New York Times, el inmenso ejército de trabajadores
árabes que sirven la mesa, cosechan las verduras, recogen la basura, ponen ladrillos y realizan por así decir
todos los trabajos bajos de Israel, se quedaron en casa.”3.
La respuesta israelí al levantamiento fue brutal. El Ministro de Defensa Isaac Rabin
ordenó el uso de tanques, blindados y ametralladoras contra una población inerme.
El San Francisco Examiner citaba la defensa directa del asesinato por Rabin: “Pueden
disparar contra los dirigentes de este desorden”, dijo justificando la actuación del ejército que
utiliza tiradores con rifles del 22 de gran potencia para disparar indiscriminadamente
contra los jóvenes palestinos.”4
Rabin ordenó registrar casa por casa en busca de jóvenes o de cualquiera con el que
hacer un escarmiento. Para el 27 de diciembre habían sido detenidos más de 2.500
palestinos, muchos de ellos niños de 12 años. A fines de enero este número subía a 4.000 y
crecía sin parar5. Se planteaba la deportación de los “militantes”. Las cárceles israelíes de
alta seguridad y los centros de detención estaban superpoblados. Se desarrollaban procesos
masivos contra palestinos.
La brutalidad que más indignó a los palestinos fue que el ejército detuviese a los
heridos en sus camas del hospital. Este comportamiento, habitual durante la invasión del
Líbano en 1982, transformó el hospital Shifa de Gaza en un centro de resistencia. Se
concentraron grandes multitudes para defender a los heridos, temiendo con razón no
volver a verles.
“Los jóvenes de Gaza y de la margen occidental donde han estallado las revueltas, escribía el
corresponsal del Jerusalem Post Hirsh Goodman, no han recibido ningún entrenamiento terrorista,
ni son miembros de ninguna organización terrorista. Pertenecen a la generación palestina que ha crecido sin
conocer otra cosa que la ocupación.”6
A la madre de un palestino asesinado de tres balazos en la cabeza por los soldados
israelíes le preguntaron si permitiría que los hijos que le quedaban participasen en las
manifestaciones. “Mientras yo viva, enseñaré a los jóvenes a luchar... Me importa poco lo que me
ocurra, con tal de que consigamos nuestra tierra.”7
El alcalde destituido Rashad Shawaa, expresó el mismo sentir: “Los jóvenes desesperan
de que Israel les reconozca nunca sus derechos. Consideran que los países árabes son incapaces de hacer
nada. Tienen la impresión de que la Organización de Liberación de Palestina (OLP) no ha conseguido
nada.”8
El comentario del corresponsal de Los Angeles Times Dan Fisher es más significativo
aún: “Este nuevo sentido de unidad ha sido uno de los cambios más chocantes para los observadores
extranjeros y para los palestinos que no viven en Gaza... Es un fenómeno que abarca las antiguas
divisiones entre jóvenes y viejos y entre los que trabajan en Israel y los que no.”9
Violencia, despliegue de fuerza, palizas.
Frente a la intensificación del levantamiento, el gobierno israelí y el Ministro de
Defensa Isaac Rabin aplicaron “castigos colectivos”, táctica característica de la ocupación nazi
en Francia, Dinamarca y Yugoslavia. Impidieron que alimentos, agua y medicinas llegasen
a los campamentos de refugiados palestinos de Gaza y de la margen occidental. El personal
de la Agencia de Ayuda a los Refugiados Palestinos de Oriente Próximo de la ONU
(ACNUR) denunció que habían disparado o propinado palizas a niños que iban a buscar
leche en polvo a los almacenes de la ONU.
Un analista del Jerusalem Post explicaba así la política de Rabin: “La prioridad absoluta es
el uso de la violencia, el despliegue de fuerza, las palizas. Lo consideran más eficaz que las detenciones...
(porque) después de éstas pueden volver a tirar piedras a los soldados. Pero si la tropa les rompe las
manos, no pueden reincidir...”10
Al día siguiente los medios de comunicación informaban de las más salvajes palizas
en toda la margen occidental y Gaza. La narración de John Kifner era impresionante:
“NABLUS, Margen Occidental ocupada por Israel, 22 de enero. Con ambas manos enyesadas, Imad
Omar Abu Rub explicaba en su cama del Hospital Rafidiya lo que sucedió cuando el ejército israelí llegó
al pueblo palestino de Qabatiya.
“Entraron en la casa como animales, aullando -dice el estudiante de 22 años de la
Universidad de Bir Zeit- Nos sacaron de la casa dándonos patadas en la cabeza, aporreándonos todos
los soldados con las culatas de los rifles.
“Entonces le llevaron a un edificio en construcción donde los soldados le pusieron un pozal vacío en
la cabeza.
“Varios soldados le derribaron y le asieron los brazos para que pegase las manos a una roca. Otros
dos le golpearon las manos con piedrecitas, hasta romperle los huesos. “Estas lesiones son producto de una
nueva política oficial del ejército israelí y la policía de machacar a los palestinos con la esperanza de poner
fin a la ola de protestas en los territorios ocupados de la Margen Occidental y la Franja de Gaza, que
empezó a principios de diciembre. En el transcurso de las protestas, las balas israelíes han matado por lo
menos a 38 palestinos.
“En la cama de al lado del Sr. Abu Rub, Hassan Arif Kemal, un estudiante de bachillerato de
Qabatiya de 17 años contaba una historia idéntica.”11
Los líderes del Partido Laborista y del Likud contestaron a coro a la protesta
internacional por estas actuaciones. El Presidente Haim Herzog declaró: “El dilema al que
hoy estamos confrontados... es acabar con estas revueltas o permitir que lleguen a crear un nuevo Teheran o
un nuevo Beirut.”12
John Kifner decía en The New York Times: “El Primer Ministro Isaac Shamir y el Ministro
de Defensa Isaac Rabin siguieron defendiendo su política, declarando ambos públicamente que el objetivo de
las palizas era inspirarles a los palestinos miedo del ejército israelí.”
Shamir declaró que los acontecimientos habían “roto la barrera del miedo... Tenemos la
tarea de volver a crear esa barrera y lograr que los árabes de esas zonas vuelvan a tener miedo a la
muerte.” Concluía que el levantamiento no se habría producido “si las tropas hubiesen usado las
armas de fuego desde el primer momento”.
LOS OBJETIVOS SIONISTAS
El objetivo del sionismo nunca fue meramente colonizar Palestina, al modo que se
han planteado objetivos semejantes los movimientos coloniales e imperiales clásicos en los
siglos XIX y XX. El colonialismo europeo en África y Asia buscaba, esencialmente,
explotar a los pueblos indígenas como mano de obra barata y extraer los recursos naturales
para conseguir beneficios exorbitantes.
Lo que distingue al sionismo del resto de movimientos coloniales es la relación entre
los colonos y el pueblo a conquistar. El movimiento sionista tiene el objetivo declarado no
sólo de explotar al pueblo palestino sino de dispersarlo y desposeerlo. El intento era
sustituir a la población indígena por una nueva comunidad de colonos, erradicar a los
campesinos, artesanos y población urbana de Palestina y sustituirlos por una fuerza de
trabajo completamente nueva compuesta por los colonizadores.
Al negar la existencia del pueblo palestino, el sionismo pretendía crear el clima
político para erradicarlo no sólo de su tierra sino también de la historia. Cuando
reconocían de algún modo la existencia de los palestinos, les presentaban como un residuo
semisalvaje, nómada. Falsificaban los hechos históricos, procedimiento que empezó en el
último cuarto del siglo XIX pero se prolonga hoy con escritos pseudohistóricos del estilo
de “Desde Tiempo Inmemorial”, de Joan Peter.
El movimiento sionista buscó diversos padrinos imperiales para su sangrienta
empresa. Entre ellos el imperio otomano, el germánico, el Raj británico, el colonialismo
francés y la Rusia zarista. Los planes sionistas para el pueblo palestino anticipaban la
solución otomana para los armenios, que fueron exterminados en el primer genocidio
continuado del siglo XX.
Los planes sionistas para el pueblo palestino
Desde el principio, el movimiento sionista buscó la “armenización” del pueblo
palestino. Como los nativos americanos, los palestinos eran considerados como “un
pueblo que sobra”. La lógica era eliminarlo. Tenía que dar lugar a un genocidio.
Esto vale también para el movimiento obrero sionista, que trató de dar una “pátina”
socialista a la empresa colonial. Aaron David Gordon fue uno de los principales teóricos
del sionismo laborista, fundador del partido sionista Ha'Poel Ha Tzair (El joven Obrero) y
partidario de Poale Zion (Trabajadores de Sion).
Walter Laqueur reconoce en su “Historia del Sionismo” que “A D. Gordon y sus
compañeros querían que cada árbol y cada matorral fuese plantado por expedicionarios judíos”.13
Gordon acuñó la consigna “conquista del trabajo” (“Kibbush avodah”). Llamó a los
capitalistas judíos, y a los directivos de la plantación de Rotschild, que habían conseguido
tierra de los terratenientes turcos absentistas pasando por encima del pueblo palestino, a
“contratar a judíos y sólo a judíos”. Organizó boicots a las empresas sionistas que no
contrataban exclusivamente a judíos y organizó huelgas contra los colonos de Rotschild
que permitían que campesinos árabes fuesen aparceros o trabajasen, incluso como mano
de obra barata.
De este modo, los “sionistas obreros” utilizaron los métodos del movimiento obrero
para impedir la contratación de árabes; su objetivo no era explotar, sino usurpar.
La sociedad palestina
Al final del siglo XIX había en Palestina mil pueblos o aldeas. Jerusalén, Haifa, Gaza,
Yaffa, Nablús, Acre, Jericó, Ramle, Hebrón y Nazaret eran ciudades florecientes. Las
colinas estaban laboriosamente abancaladas. Canales de riego surcaban todo el territorio.
Los jardines de limoneros, los olivares y los cereales de Palestina eran conocidos en todo el
mundo. El comercio, el artesanado, la industria textil, la construcción y la producción
agrícola eran prósperas.
Los relatos de los viajeros de los siglos XVIII y XIX están llenos de datos, al igual
que los informes académicos publicados quincenalmente en el siglo XIX por el Fondo
Británico para la Exploración de Palestina.
En realidad, fue precisamente la cohesión social y la estabilidad de la sociedad
palestina lo que llevó a Lord Palmerston a proponer premonitoriamente en 1840, cuando
Gran Bretaña estableció consulado en Jerusalén, la fundación de una colonia judía europea
para “preservar los intereses más generales del Imperio Británico”.14
La sociedad palestina, aun padeciendo la colaboración de los terratenientes feudales
(effendi) con el imperio otomano, era productiva y culturalmente diversa, con un
campesinado muy consciente de su papel social.
Los campesinos y la población urbana palestina habían establecido una distinción
clara y muy asimilada entre los judíos que vivían entre ellos y los colonizadores que
sobrevendrían, ya que en 1820 los 20.000 judíos de Jerusalén se integraron totalmente en la
sociedad palestina y fueron aceptados.
Cuando en 1886 los colonialistas de Petah Tikvah trataron de expulsar a los
campesinos de su tierra chocaron con una resistencia organizada, pero los trabajadores
judíos de los pueblos y comunidades vecinos no sufrieron ninguna consecuencia. Cuando
los armenios que huían del genocidio turco se establecieron en Palestina fueron bien
recibidos. Ese genocidio fue ominosamente defendido por Vladimir Jabotinsky y otros
sionistas en su afán por lograr el apoyo turco.
En realidad, hasta la Declaración Balfour (1917), la respuesta palestina a las
colonizaciones sionistas fue imprudentemente tolerante. En Palestina no había ningún
odio organizado contra los judíos, nadie organizaba masacres como las del zar o los
antisemitas polacos, no surgió ninguna reacción simétrica por el lado palestino contra los
colonos armados que utilizaban la fuerza siempre que podían para expulsar a los palestinos
de su tierra. Ni siquiera las algaradas espontáneas que expresaban la rabia de los palestinos
contra los constantes robos de su tierra iban dirigidos contra los judíos como tales.
Cortejando el favor del Imperio
En 1896 Theodor Herzl estableció su plan para inducir al imperio otomano a
entregar Palestina al movimiento sionista: “Suponiendo que Su Majestad el Sultán nos entregase
Palestina, podríamos a cambio ocuparnos de regularizar las finanzas de Turquía. Formaríamos allí una
avanzada de la civilización frente a la barbarie.”15
En 1905, el VII Congreso Sionista Mundial tuvo que reconocer que el pueblo
palestino estaba organizando un movimiento político para independizarse nacionalmente
del imperio otomano, lo que no sólo amenazaba la dominación turca sino también los
planes sionistas.
En ese congreso, Max Nordau, destacado líder sionista, resumió las preocupaciones
sionistas: “El movimiento que se ha apoderado de gran parte del pueblo árabe puede con facilidad tomar
en Palestina una dirección que resulte nociva... El gobierno turco puede verse obligado a defender su
dominio en Palestina y Siria mediante la fuerza armada... en tales circunstancias cabe convencer a Turquía
de que será importante para ella contar en Palestina y Siria con un grupo fuerte y bien organizado que... se
oponga a cualquier ataque a la autoridad del Sultán y defienda su autoridad con todas sus fuerzas».16
Cuando el Kaiser se dispuso a forjar una alianza con Turquía como parte de su
enfrentamiento con Gran Bretaña y Francia por el control del Oriente Medio, el
movimiento sionista hizo ofrecimientos similares a la Alemania imperial. El Kaiser
mantuvo casi diez años un tira y afloja negociador con la dirección sionista para formular
un plan de estado judío bajo auspicios otomanos que tuviese como tarea principal la
erradicación de la resistencia palestina anticolonial y la garantía de los intereses de la
Alemania imperial en la región.
Sin embargo, en 1914, la Organización Sionista Mundial tenía muy avanzadas sus
gestiones paralelas para embarcar al imperio británico en la voladura del imperio otomano
con ayuda sionista. Haim Weizmann, que llegaría a ser presidente de la Organización
Sionista Mundial, hizo una importante declaración pública: «Podernos decir razonablemente que
si Palestina cae en la esfera de influencia británica y la Gran Bretaña alienta el establecimiento de los
judíos allí, como dependencia británica, en veinte o treinta años podríamos tener allí a un millón de judíos,
o quizá más; desarrollarían el país, le restituirían la civilización y formarían una guardia muy efectiva del
Canal de Suez.»17
La declaración Balfour
Weizmann consiguió arrancar a los británicos lo que los dirigentes sionistas habían
pedido simultáneamente a los gobiernos imperiales otomano y alemán. El 2 de noviembre
de 1917 se publicaba la Declaración Balfour. Entre otras cosas, decía: «El Gobierno de Su
Majestad ve favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío, y
hará cuanto esté en su mano para facilitar la realización de ese objetivo...»18
Los sionistas definían su reivindicación de Palestina con todo cinismo. Tan pronto
afirmaban que Palestina era una tierra desierta visitada ocasionalmente por nómadas como
proponían someter a la población palestina a la que poco antes habían tratado de hacer
invisible. El propio A.D. Gordon insistió machaconamente en la necesidad de impedir que
los palestinos, cuya no existencia repetía, cultivasen la tierra.
Esto se traducía en la completa expulsión de los no judíos de la “patria judía”. Una
similar descripción informaba los pronunciamientos de los dirigentes británicos y sionistas
en sus planes para la población palestina. En la época de la Declaración Balfour, los
ejércitos imperiales británicos habían ocupado la mayor parte del imperio otomano en
Oriente Medio, enrolando a líderes árabes para combatir a los turcos bajo dirección
británica a cambio de garantías británicas de “autodeterminación”.
Mientras los sionistas insistían en su propaganda en que Palestina estaba despoblada,
en sus tratos con los padrinos imperiales dejaban claro que había que someterla y se
ofrecían como locus operandus.
Los británicos respondían de igual modo. La Declaración Balfour también contenía
un pasaje destinado a engañar a los líderes feudales árabes impresionados por la traición
del imperio británico al entregar a los sionistas la misma tierra a la que se había prometido
la autodeterminación árabe: «debiéndose entender claramente que nada se hará que pueda perjudicar
los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina...».19
Los británicos habían utilizado durante años a la dirección sionista para conseguir
apoyo de los bancos y grandes capitalistas judíos de los Estados Unidos y la Gran Bretaña
a su guerra contra el imperio alemán. Con Weizmann se preparaban para utilizar la
colonización sionista de Palestina como instrumento para controlar políticamente a la
población palestina.
La tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra era en realidad un país en ebullición
contra el yugo colonial. El propio ex-premier Balfour fue brutalmente explícito en
memorandums dirigidos a los funcionarios, a pesar de sus declaraciones cara a la galería
sobre los “derechos civiles y religiosos de las comunidades no-judías (sic) de Palestina”:
«Con razón o sin ella, bueno o malo, el sionismo está arraigado en necesidades presentes y esperanzas
futuras de importancia mucho más profunda que los deseos de los más de 700.000 árabes que actualmente
ocupan el antiguo país».20
(...)
La muralla de hierro
La tensión entre la pretensión de que Palestina estaba vacía y la de someter
despiadadamente a los “inexistentes” habitantes era menos aguda cuando los sionistas
discutían de estrategia entre ellos. Entonces la realidad de lo que era necesario para
colonizar Palestina podía más que la propaganda.
Uno de los abanderados ideológicos del sionismo, Vladimir Jabotinsky, es conocido
como fundador del “Sionismo revisionista”, la corriente sionista que tenía poca paciencia
con la fachada liberal y socialista utilizada por los sionistas “obreros”. (Actualmente, el
sionismo revisionista lo representan Menajem Beguin e Isaac Shamir.)
En 1923, Jabotinsky escribió La Muralla de Hierro, un ensayo que puede considerarse
punto de referencia para todo el movimiento sionista. Estableció descaradamente las
premisas esenciales del sionismo que, en realidad, habían sido elaboradas antes, aunque
con menos elocuencia, por Theodor Herzl, Haim Weizmann y otros. El razonamiento de
Jabotinsky ha sido luego citado y recogido por los diversos defensores del sionismo -desde
los supuestamente dé “izquierdas” hasta los llamados de “derechas”-. Escribió lo siguiente:
«No cabe pensar en una reconciliación voluntaria entre nosotros y los árabes, ni ahora ni en un futuro
previsible. Toda la gente inteligente, salvo los ciegos de nacimiento, comprendieron hace mucho la completa
imposibilidad de llegar a acuerdos voluntarios con los árabes de Palestina para transformar Palestina de
país árabe en país con una mayoría judía. Cualquiera de vosotros tiene una idea general de la historia de
las colonizaciones. Buscad aunque sea un solo ejemplo de que la colonización de un país se haya producido
con el acuerdo de la población nativa. Eso nunca ha ocurrido.
«Los nativos siempre lucharán obstinadamente contra los colonizadores. Da lo mismo que tengan
cultura o no la tengan. Los compañeros de armas de Cortés y Pizarro se comportaron como bandidos. Los
Pieles Rojas lucharon con ardor inflexible contra los colonizadores de buen y de mal corazón. Los nativos
luchaban porque cualquier tipo de colonización, en cualquier parte, en cualquier época, es inadmisible para
cualquier pueblo nativo.
«Cualquier pueblo nativo considera a su país como su hogar nacional, del que deben ser dueños
absolutos. Nunca aceptarán voluntariamente a otro dueño. Así ocurre con los árabes. Nuestros
conciliadores intenta convencernos de que los árabes son una especie de locos que se llamarán a engaño con
formulaciones que oculten nuestros objetivos básicos. Me niego en redondo a aceptar esta visión de los árabes palestinos.
«Tienen exactamente la misma psicología que nosotros. Miran a Palestina con el mismo amor
instintivo y el mismo auténtico fervor con que cualquier azteca miraba a su Méjico o cualquier sioux a su
pradera. Cualquier pueblo luchará contra los colonizadores mientras le quede un hilo de esperanza en que
puede evitar el peligro de la conquista y la colonización. Los palestinos lucharán de esta forma en tanto
tengan un destello de esperanza.
«No importan las palabras con que expliquemos nuestra colonización. La colonización tiene su
propio significado pleno e ineludible, comprendido por cualquier judío y por cualquier árabe. La
colonización tiene un solo objetivo. Tal es la naturaleza de las cosas. No es posible cambiarla. Ha sido
necesario desarrollar la colonización contra la voluntad de los árabes palestinos y la misma situación se da
hoy.
«Incluso un acuerdo con no-palestinos representa el mismo tipo de fantasía. Para que los
nacionalistas árabes de Bagdad, La Meca y Damasco acepten pagar un precio tan grave tendrían que
negarse a mantener el carácter árabe de Palestina.
«No podemos dar ninguna compensación por Palestina, ni a los palestinos ni a los demás árabes.
Por tanto, es inconcebible un acuerdo voluntario. Cualquier colonización, aun la más restringida, debe
desarrollarse desafiando la voluntad de la población nativa. Por lo tanto, sólo puede continuar y
desarrollarse bajo el escudo de fuerza que incluye una Muralla de Hierro impenetrable para la población
local. Tal es nuestra política árabe. Formularla de cualquier otro modo sería hipocresía.
«Mediante la Declaración Balfour o mediante el Mandato, es indispensable la fuerza externa para
establecer en el país unas condiciones de dominación y defensa en que la población local, independientemente
de sus deseos, se vea privada de la posibilidad de impedir nuestra colonización, administrativa físicamente.
La fuerza ha de jugar su papel, con energía y sin indulgencia. Al respecto, no hay diferencias sustanciales
entre nuestros militaristas y nuestros vegetarianos. Unos prefieren una Muralla de Hierro de bayonetas
judías; los otros una Muralla de Hierro de bayonetas inglesas.
«Al reproche estúpido de que este punto de vista no es ético respondo:’Totalmente falso’. Esa es
nuestra ética. No hay otra ética. Mientras los árabes tengan la menor esperanza de obstaculizarnos, no
venderán esas esperanzas por ninguna palabra dulce ni por ningún bocado apetitoso, porque no tenemos que
vérnoslas con una chusma sino con un pueblo, un pueblo vivo. Y ningún pueblo hace concesiones tan
enormes sobre cuestiones tan decisivas salvo cuando no le queda ninguna esperanza, hasta que hayamos
taponado cualquier brecha en la Muralla de Hierro.»26
La metáfora del hierro
El tema y las imágenes de la coerción del hierro y el acero utilizados por Vladimir
Jabotinsky iba a recogerlos el naciente movimiento nacional socialista alemán, del mismo
modo que Jabotinsky se había inspirado a su vez en Benito Mussolini. La invocación
mística de la voluntad de hierro en el servicio de la conquista marcial y chovinista unió a
los ideólogos sionistas, colonialistas y fascistas. Buscó su legitimidad en leyendas de
antiguas conquistas.
La obra de Cecil B. de Mille Sansón y Dalila fue algo más que un romance bíblico de
Hollywood sobre la perfidia femenina y la virtud de la fuerza masculina. También portaba
los valores autoritarios de la novela en que se inspiró: el Sansón de Vladimir Jabotinsky, que
pregonaba la necesidad de la fuerza bruta para que los israelíes conquistasen a los filisteos.
“ ‘¿Debo llevar a nuestro pueblo algún mensaje vuestro?’ Sansón reflexionó unos momentos, y luego dijo
lentamente: ‘La primera palabra es hierro. Tienen que conseguir hierro. Tienen que dar todo lo que tienen
por hierro: su plata y su trigo, el aceite, el vino y las ovejas, hasta sus mujeres e hijas. ¡Todo por hierro!
Nada en el mundo vale más que el hierro’»27
Jabotinsky, la sirena de “una Muralla de Hierro impenetrable para la población local” y “la
ley de hierro de cualquier movimiento colonizador... la fuerza armada” encontró eco en las décadas
siguientes en las mayores incursiones sionistas contra los pueblos víctimas.
El actual Ministro de Defensa, Isaac Rabin, emprendió la guerra de 1967 como jefe
de Estado Mayor con “voluntad de hierro”. Como primer ministro, en 1975 y 1976 declaró
la política de Hayad Barzel, “mano de hierro”, en la Margen Occidental. Más de 300.000
palestinos tuvieron que pasar por las cárceles israelíes en condiciones de tortura constante
e institucionalizada que fueron expuestas por el Sunday Times de Londres y denunciadas por
Amnesty International.
Su sucesor como jefe del Estado Mayor, Raphael Eitan, impuso el “brazo de hierro”
-Zro'aa Barzel- en la Margen Occidental, y añadió el asesinato al arsenal represivo. El 17 de
julio de 1982, el gabinete israelí se reunió para preparar lo que el Sunday Times de Londres
llamaría “esa operación militar cuidadosamente preparada para limpiar los campamentos, llamada Moah
Barzel o ‘cerebro de hierro’”. Los campamentos eran Sabra y Chatila y la operación “familiar a
Sharon y Beguin, parte del plan más amplio de Sharon analizado por el gabinete israelí”.28
Cuando Isaac Rabin, que había apoyado al revisionista Likud en el Líbano durante la
guerra, se convirtió en ministro de defensa de Simón Peres en el actual gobierno de
“unidad nacional”, lanzó en el Líbano y la Margen Occidental la política de Egrouf Barzel, el
“puño de hierro”. Y Rabin citó de nuevo el “puño de hierro” como base de su política de
represión total y castigo colectivo durante el levantamiento palestino de 1987-1988 en la
Margen Occidental y Gaza.
La doctrina de la pureza de sangre.
Es interesante recordar también que Jabotinsky localizó”su impulso colonial en la
doctrina de la pureza de sangre. Jabotinsky lo detalló en su Carta sobre la Autonomía: «Es
imposible que alguien se asimile a gente que tiene una sangre distinta a la suya. Para asimilarse, tiene que
cambiar su cuerpo, ha de convertirse en uno de ellos en la sangre. No puede haber asimilación. Nunca
hemos de permitir cosas como el matrimonio mixto porque la preservación de la integridad nacional sólo es
posible mediante la pureza racial y al efecto hemos de tener ese territorio en el que nuestro pueblo constituirá
los habitantes racialmente puros.».
Jabotinsky desarrolló algo más el tema:
«La fuente del sentimiento nacional... radica en la sangre de uno... en su tipo raciofísico, y sólo en
eso... La perspectiva espiritual de un hombre viene determinada primariamente por su estructura física. Por
eso no creemos en la asimilación espiritual. Es imposible, desde el punto de vista físico, que un judío nacido
de una familia de sangre puramente judía pueda ser adoptado por la perspectiva espiritual de un alemán o
de un francés. Puede ser totalmente imbuido por ese flujo alemán, pero el núcleo de su estructura espiritual
será siempre judía.»29
La adopción de las doctrinas chovinistas de la pureza racial y la lógica de la sangre no
se redujo a Jabotinsky o a los revisionistas. El filósofo liberal Martín Buber situó también
su sionismo en el marco de la doctrina racista europea: “Los niveles más profundos de nuestro ser
los determina la sangre, que tiñe nuestros pensamientos más íntimos y nuestra voluntad.”30
¿Cómo se aplicaría esto?
COLONIZACIÓN DE PALESTINA
En 1917 había en Palestina 56.000 judíos y 644.000 árabes palestinos. En 1922 había
83.794 judíos y 663.000 árabes. En 1931, había 174.616 judíos y 750.000 árabes.31
Colaborando con el colonialismo británico
Una vez establecida la alianza táctica con los británicos, los sionistas recibieron
apoyo sobre el terreno para conquistar la tierra. El poeta palestino y pensador marxista
Ghassan Kanafani lo describe así:
«A pesar de que una gran parte del capital judío se destinó a áreas rurales, y a pesar de la presencia
de fuerzas militares imperialistas británicas y de la inmensa presión ejercida por la maquinaria
administrativa en favor de los sionistas, éstos lograron sólo resultados mínimos en cuanto a la colonización
de la tierra.
«Sin embargo, perjudicaron seriamente la situación de la población árabe rural. La propiedad de
tierra urbana y rural por parte de grupos judíos pasó de 300.000 dunums (26.800 hectáreas) en 1929 a
1.250.000 dunums (112.000 Ha.) en 1930. La tierra adquirida era insignificante desde el punto de
vista de una colonización masiva y de la solución del “problema judío”. Pero la expropiación de un millón
de dunums -casi un tercio de la tierra cultivable- condujo a un grave empobrecimiento de los campesinos
árabes y de los beduinos.
«Para 1931, 20.000 familias campesinas habían sido expulsadas por los sionistas. Además, en el
mundo subdesarrollado, y en particular en el mundo árabe, la vida agrícola no es sólo un modo de
producción sino también una forma de vida social, religiosa y ritual. Por ello la colonización, además de
quitar tierra, estaba destruyendo a la sociedad árabe rural».32
El imperialismo británico promovió la desestabilización económica de la economía
indígena palestina. El Gobierno del Mandato dio al capital judío un status privilegiado,
asignándole el 90% de las concesiones en Palestina. Con ello permitió que los sionistas
consiguiesen controlar la infraestructura económica (proyectos de carreteras, minerales del
Mar Muerto, electricidad, puertos, etc.).
Hacia 1935, los sionistas controlaban 872 de las 1.212 empresas industriales de
Palestina. Las importaciones destinadas a industrias sionistas estaban exentas de impuestos.
Se promulgaron leyes laborales discriminatorias contra la fuerza de trabajo árabe, que
provocaron un extenso paro y una existencia bajo mínimos para los que conseguían
encontrar trabajo.
El levantamiento de 1936
La pérdida de tierras y la represión desarrollaron la conciencia palestina de la suerte
que les reservaban y alimentaron un gran levantamiento que duró de 1936 a 1939.
La revuelta tomó la forma de desobediencia civil e insurrección armada. Los
campesinos dejaron sus aldeas para echarse al monte e incorporarse a unidades de
combate. Los nacionalistas árabes de Siria y Jordania pronto se sumaron a la lucha.
La decisión de no pagar impuestos se tomó el 7 de mayo de 1936 en una conferencia
en la que quinientos cincuenta delegados representaban a todos los sectores de la
población. Una huelga general barrió Palestina.
La respuesta británica fue inmediata y contundente. El 30 de julio de 1936 -unos
cinco meses después de iniciarse el levantamiento- se promulgaba el estado de sitio y se
desencadenaba una amplia represión. Cualquier sospechoso de organizar o simpatizar con
la huelga general u otras formas de resistencia era detenido. En toda Palestina volaron
viviendas. Un gran sector de la ciudad de Haifa fue destruido por los británicos el 18 de
junio de 1936, dejando sin casa a 6.000 personas. También destruyeron viviendas en las
poblaciones vecinas. Los británicos mandaron a Palestina a grandes contingentes de tropa
para aplastar la rebelión (se calcula que unos 20.000 hombres). Pero hacia fines de 1937 o
inicios del 38, las fuerzas británicas estaban perdiendo el control de la rebelión popular
armada.
Los sionistas como instrumento de dominación
Fue entonces cuando los británicos empezaron a apoyarse en los sionistas, que les
ofrecieron un recurso único que nunca habían tenido en ninguna colonia: una fuerza local
que hacía causa común con el colonialismo británico y que estaba intensamente movilizada
contra la población indígena. Si anteriormente los sionistas se habían hecho cargo de
muchas de las labores de represalia, ahora jugaron un papel más amplio en la escalada
represiva, que incluiría detenciones masivas, asesinatos y ejecuciones. En 1938, 5.000
palestinos fueron encarcelados, y 2.000 de ellos sentenciados a largas penas de cárcel. 148
fueron ahorcados y más de 5.000 casas demolidas.33
Las fuerzas sionistas se articularon con los servicios secretos británicos y vinieron a
ser la policía que imponía una dominación británica draconiano. Se formó una “fuerza
cuasi-policial” para cubrir la presencia sionista armada alentada por los británicos.
Reclutaron para la misma a 2.863 hombres, mientras 12.000 estaban encuadrados en las
Haganah y 3.000 en la Organización Militar Nacional de Jabotinsky (Irgun).34 En el verano
de 1937 la fuerza cuasi-policial fue bautizada Defensa de las Colonias Judías y más tarde Policía
Colonial.
Ben Gurión dijo que la “fuerza cuasi-policial” era un “marco” ideal para entrenar a
las Haganah. Charles Orde Wingate, el oficial británico a su mando, fue, en esencia, el
fundador del ejército israelí. Entrenó a figuras como Moshe Dayan en el terrorismo y el
asesinato.
En 1939 las fuerzas sionistas que colaboraban con los británicos se elevaron a 14.411
organizados en diez grupos bien armados de la Policía colonial, cada uno de ellos al mando
de un oficial británico, con un oficial de la Agencia Judía como segundo. En la primavera
de 1939, la fuerza sionista incluía sesenta y tres unidades mecanizadas, cada una de ellas
compuesta por ocho a diez hombres.
El Informe Peel
En 1937 se formó una Comisión Real dirigida por Lord Peel para determinar las
causas de la rebelión de 1936. La Comisión Peel concluyó que los dos factores básicos eran
el deseo palestino de independencia nacional y el temor de los palestinos al establecimiento
de una colonia sionista en su tierra. El Informe Peel analizaba otra serie de factores con
candor poco común. Eran éstos:
1) La extensión del espíritu nacionalista árabe fuera de Palestina;
2) La creciente inmigración judía desde 1933;
3) La facilidad con que los sionistas dominaban la opinión pública en Gran Bretaña
gracias al apoyo tácito del Gobierno;
4) La falta de confianza árabe en las buenas intenciones del gobierno británico;
5) El miedo palestino a las continuas adquisiciones judías de tierras de los
terratenientes feudales absentistas que vendían sus fincas, expulsando a los campesinos
palestinos que las habían trabajado;
6) Las evasivas del Gobierno del Mandato sobre sus intenciones respecto de la
soberanía palestina.
El movimiento nacional estaba formado por burguesía urbana, terratenientes
feudales, líderes religiosos y representantes de los campesinos y obreros.
Sus exigencias eran:
1) El cese inmediato de la inmigración sionista;
2) El cese y prohibición de la transferencia de tierras propiedad de árabes a
colonos sionistas;
3) La formación de un gobierno democrático en el que los palestinos tuviesen el
control.35
Análisis de la revuelta
Ghassan Kanafani describía así el levantamiento: «La causa real de la revuelta fue el hecho
de que el agudo conflicto propio de la transformación de la sociedad palestina de agrícola-feudal-clerical en
judía (occidental) industrial burguesa, había alcanzado su clímax.... El proceso de establecer las raíces del
colonialismo y transformarlo de mandato británico en colonialismo sionista de ocupación... alcanzó su
clímax a mediados de los treinta, y en realidad la dirección del movimiento nacionalista palestino se vio
obligada a adoptar cierta forma de lucha armada porque ya no era capaz de ejercer como dirección en un
momento en que el conflicto había alcanzado proporciones decisivas».36
El Mufti y demás líderes religiosos, los propietarios feudales y la burguesía naciente
no apoyaron hasta el final a los obreros y campesinos y esto permitió que el régimen
colonial y los sionista s aplastasen la rebelión tras tres años de lucha heroica. Para ello los
británicos contaron con una ayuda decisiva: la traición de los regímenes árabes
tradicionales, dependientes de sus padrinos coloniales.
La lucha nacionalista palestina había sido constante desde 1918, acompañada por
una u otra forma de resistencia armada organizada. Incluyó también la desobediencia civil,
huelgas generales, el no pago de impuestos, la negativa a llevar carnets de identidad,
boicots y manifestaciones.
CONSECUENCIAS TRÁGICAS
En 1947 había 630.000 judíos y 1.300.000 árabes palestinos. De modo que en el
momento en que las Naciones Unidas dividen Palestina, los judíos constituían el 31% de la
población.37
La decisión de repartir Palestina, promovida por las principales potencias
imperialistas y por la Unión Soviética de Stalin, dio el 54% de la tierra fértil al movimiento
sionista. Pero antes de que se formase el Estado de Israel, el Irgun y las Haganah se
apoderaron de las tres cuartas partes de la tierra y expulsaron virtualmente a todos los
habitantes.
En 1948 había 475 poblados palestinos. 385 fueron arrasados por completo,
reducidos a cenizas. 90 siguen en pie desprovistos de su tierra.
Quitándose la careta
En 1940, Joseph Weitz, el jefe del Departamento de Colonización de la Agencia
Judía, que era el responsable de organizar los asentamientos en Palestina, escribió: «Entre
nosotros tiene que estar claro que no caben dos pueblos en este país. No conseguiremos nuestro objetivo si los árabes permanecen en este pequeño país. No hay otra manera más que trasladar a los árabes de aquí a los países vecinos. A todos ellos. No hay que dejar ni una aldea, ni una tribu.»38
Joseph Weitz desarrolló el significado práctico de “judaizar” Palestina: «Hay quienes
creen que la población no judía, incluso un gran porcentaje de ella, estará mejor controlada dentro de
nuestras fronteras; y hay quienes piensan lo contrario, que es más fácil vigilar las actividades de un vecino
que las de un inquilino. Tiendo a compartir este último punto de vista, y añado un argumento... la
necesidad de sostener el carácter del estado, que en adelante será judío, con una minoría no judía limitada
al quince por ciento. Yo había llegado ya a esta conclusión fundamental en 1940, consta en mi diario.»39
El Informe Koenig recoge esta política aún más crudamente: «Debemos usar el terror, el
asesinato, la intimidación, la confiscación de tierras y el corte de todos los servicios sociales para liberar a
Galilea de su población árabe.»40
El Presidente Heilbrun del Comité pro Reelección del General Shlomo Lahat,
alcalde de Tel Aviv, proclamaba: «Debemos matar a todos los palestinos a no ser que se resignen a
vivir aquí como esclavos.»41
Y éstas son las palabras de Uri Lubrani, consejero especial para asuntos árabes del
Primer Ministro Ben Gurion, en 1960: «Vamos a reducir a la población árabe a una comunidad de
leñadores y camareros.»42
Raphael Eitan, jefe de Estado Mayor de las Fuerzas Armadas israelíes, declaró:
«Manifestamos abiertamente que los árabes no tienen derecho alguno a ocupar ni un solo centímetro de
Eretz Israel. Los de buen corazón, los moderados, debéis saber que las cámaras de gas de Adolf Hitler
parecerían un palacio de recreo... Lo único que entienden y entenderán es la fuerza. Utilizaremos la fuerza
más decisiva hasta que los palestinos se acerquen a nosotros a gatas.»43
Eitan lo desarrolló ante el Comité de Asuntos Exteriores y Defensa de la Knesset:
«Cuando hayamos ocupado la tierra, los árabes no podrán hacer más que revolverse como cucarachas
drogadas dentro de una botella.»44
Ben Gurión y el objetivo final
Las ambiciones territoriales del sionismo fueron señaladas claramente por David Ben
Gurión en un discurso del 13 de octubre de 1936 a la asamblea sionista: «No propongo que
proclamemos ahora nuestro objetivo final que es de gran alcance, sobre todo teniendo en cuenta que los
revisionistas se oponen a la partición. Me niego a renunciar a la gran visión, a la visión final, que es un
componente orgánico, espiritual e ideológico de mis... aspiraciones sionistas.»45
«Las fronteras de las aspiraciones sionistas son el interés del pueblo judío y ningún factor externo
podrá limitarlas.»46
En 1936 Ben Gurión escribió en una carta a su hijo: «Un Estado Judío parcial no es el
final, sino sólo el principio. Estoy convencido de que nadie puede impedirnos que nos establezcamos en otras
partes del país y de la región.»
En 1938 era más explícito: «Las fronteras de la aspiración sionista, dijo al Consejo
Mundial de Poalei Zion en Tel Aviv, incluyen el sur del Líbano, el sur de Siria, la actual Jordania,
toda Cisjordania y el Sinaí.»47
Ben Gurion formulaba muy claramente la estrategia sionista: «Cuando nos convirtamos
en una fuerza con peso como resultado de la creación del estado, aboliremos la partición y nos expandiremos
a toda Palestina. El estado será sólo un estadio en la realización del sionismo y su tarea es preparar el
terreno para nuestra expansión. El estado tendrá que preservar el orden, no predicando sino con
ametralladoras.»48
En mayo de 1948 presentó sus objetivos estratégicos al Estado Mayor General:
«Tenemos que prepararnos para llevar la ofensiva. Nuestro objetivo es aplastar a Líbano, Transjordania y
Siria. El punto débil es el Líbano, porque el régimen musulmán es artificial y nos resulta fácil minarlo.
Tenemos que implantar ahí un estado cristiano, y entonces aplastaremos a la Legión Arabe, eliminaremos
a Transjordania; Siria caerá en nuestras manos. Entonces bombardearemos y ocuparemos Port Said,
Alejandría y el Sinaí.»49
Cuando el general Yigal Allon preguntó a Ben Gurion “¿Qué hay que hacer con la
población de Lidda y Ramle?” (unos 50.000 habitantes), Ben Gurion, según su biógrafo, le dijo
con un gesto enérgico de la mano: “¡Échelos!”.50
Isaac Rabin, actual Ministro de Defensa, ejecutó esta orden. En Lidda y Ramle no
queda ni vestigio de viviendas palestinas. Actualmente esta área está habitada
exclusivamente por colonos judíos.
Michael Bar Zohar, en su biografía de David Ben Gurion, describe la primera visita
de éste a Nazaret:«Ben Gurion miró en torno y dijo asombrado:'¿Porqué hay tantos árabes, por qué no
les echasteis?'»
Y efectivamente, los palestinos fueron expulsados. Entre el 29 de noviembre de
1947, fecha de la partición de Palestina por las Naciones Unidas, y el 15 de mayo de 1948,
en que fue proclamado formalmente el Estado de Israel, el ejército sionista, y la milicia se
apoderaron del 75% de Palestina, echando del país a 780.000 palestinos.
Extracto del libro de Ralph Schoenman, Historia oculta del sionismo. Descarga disponible en http://freelibro.com/descarga-gratis-libros/historia-oculta-del-sionismo-ralph-shoenman
Se puede leer online en http://es.scribd.com/doc/60358926/Historia-Oculta-Del-Sionismo
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