Texto extraído de Gilles Deleuze, Anti Oedipe et Mille Plateaux .
...el drama del psicoanálisis es el eterno familiarismo que consiste en referir la libido, y con ella toda la sexualidad, a la máquina familiar, y se los estructuralizará, lo que no cambia nada, se permanece en el círculo: castración simbólica, función familiar estructurante, personajes parentales, y se continua aplastando todo el afuera. Blanchot: ¿Un nuevo tipo de relación con el afuera?. Ahora bien, y este es el drama, el psicoanálisis tiende a suprimir toda relación del psicoanálisis mismo, y del sujeto que viene a hacerse analizar, con el afuera. Pretende territorializarnos en el psicoanálisis mismo, sobre la territorialidad o la tierra más mediocre, la más mezquina, la territorialidad edipiana, o peor sobre el diván. Vemos entonces la relación del psicoanálisis y del capitalismo: si es verdad que en el capitalismo los flujos se descodifican, se desterritorializan constantemente, es decir que el capitalismo produce al esquizo como produce dinero, toda la tentativa capitalista consiste en reinventar territorialidades artificiales para inscribir a la gente, para volver a atarla vagamente: se inventa cualquier cosa: HLM, casa, y la territorialización familiar. La familia es al menos la célula social, entonces al buen hombre se lo territorializa en familia (psiquiatría comunitaria); se reterritorializa a la gente ahí donde todas las territorialidades son flotantes, se procede por reterritorialización artificial, residual, imaginaria. Y el psicoanálisis hace -el psicoanálisis clásico- de la reterritorialización familiar, sobre todo haciendo saltar todo lo que es efectivo en el delirio, todo lo que es agresivo en el delirio, a saber que el delirio es un sistema de investimentos político-social de todo tipo: la libido se engancha en las determinaciones político-sociales; Schreber no sueña sobre cuando hacerle el amor a su mamá, sueña que se hace violar como niño alsaciano por un oficial francés, eso depende de algo más profundo que Edipo, a saber la manera como la libido inviste las formaciones sociales, al punto que hay que distinguir dos tipos de investimentos sociales para el deseo:
- los investimentos sociales de interés que son de tipos preconcientes, que pasan necesariamente por las clases,
- y más profundamente, no forzosamente de acuerdo con ellos, los investimentos inconscientes, los investimentos libidinales del deseo.
El psicoanálisis tradicional ha encerrado los investimentos libidinales del deseo en el triángulo familiar y el estructuralismo es la última tentativa de salvar a Edipo en el momento en que Edipo estalla por todos lados.
La tarea del esquizo-análisis es ver como los parientes juegan en el inconsciente como agentes de intersección, agentes de trasmisión en un sistema de flujos de deseo, de máquinas deseantes, y que lo que cuenta, es mi relación inconsciente con mis máquinas deseantes. ¿Qué son mis máquinas deseantes en mi? Y por eso mismo la relación inconsciente de esas máquinas deseantes con las grandes máquinas sociales de las que proceden ... y entonces, no hay ninguna razón para mantener el psicoanálisis en la tentativa de reterritorializarnos. Tomo el ejemplo del último libro de Leclaire: hay algo que ya no va: "el acto más fundamental en la historia del psicoanálisis ha sido un descentramiento que consiste en pasar de la alcoba de los padres, como referente, al gabinete analítico"; hace algún tiempo creiamos en Edipo, después en la realidad de la seducción, no se iba lejos, porque todo el inconsciente estaba familiarizado, abatiendo la libido sobre el papá-mamá-yo. Todo el desarrollo del psicoanálisis se ha hecho en el sentido de la sustitución por el fantasma en la seducción real y sustitución por la castración en Edipo. Leclaire: "a decir verdad el desplazamiento del núcleo vivo de la coyuntura edipiana, de la escena familiar a la escena psicoanalítica es estrictamente correlativa de una mutación sociológica en la que se puede identificar psicoanáliticamente el resorte al nivel de la institución familiar". La familia está desgastada; el inconsciente protesta y no funciona más para hacerse triangular, afortunadamente el análisis está listo para tomar el relevo.
La familia ya no asegura la custodia y el ocultamiento de un real demasiado potente. Uno se dice: ¡uf! al fin vamos a tener una relación con lo real extrafamiliar; ¡ah, no!, dice Leclaire, pues lo que releva a la familia, lo que deviene el guardian, el disimulador desvelador de lo potente real, es el gabinete del analista.
Ya no te haces triangular, edipizar en tu familia, eso ya no funciona, vendrás al divan a hacerte triangular y edipizar, y en efecto, añade Leclaire: "sí, el diván psicoanalítico se ha convertido en el lugar donde se desarrolla la confrontación con lo real". La confrontación con lo real no se hace sobre la tierra, en el movimiento de la territorialización, reterritorialización, de la desterritorialización, se hace sobre está tierra podrida que es el diván del analista. ¿No tiene importancia que la escena edipiana no tenga referente al exterior del gabinete, que la castración no tenga referente fuera del gabinete del analista? Esto solo significa que el psicoanálisis, tanto como el capitalismo, encontrándose frente a flujos descodificados del deseo, encontrándose frente al fenómeno esquizofrénico de la descodificación y de la desterritorialización, eligen construir para ellos una pequeña axiomática. El diván, tierra última del hombre europeo de hoy, su pequeña tierra en sí.
Esta situación del psicoanálisis tiende a introducir una axiomática excluyendo todo referente, excluyendo toda relación con el afuera cualquiera que sea, parece un movimiento de la interioridad catastrófica en cuanto a comprender los verdaderos investimentos del deseo. Desde el momento en que se toma como referente la familia, ya se está perdido (el diván, última tierra que valdría y se justificaría por sí misma). Y el afuera está comprometido desde el principio, desde el momento en que se recorta el deseo de su doble dimensión -llamo doble dimensión libidinal del deseo a su relación, de una parte con las máquinas deseantes irreductibles a toda dimensión simbólica o estructural, a las máquinas deseantes funcionales, y el problema del esquizo-análisis es saber como funcionan esas máquinas deseantes, y llegar al nivel en que funcionan en el inconsciente de alguien, suponiendo que se haya hecho saltar a
Edipo, la castración, etc, de otra parte, con los investimentos sociales-políticos-cósmicos, y no es necesario decir que hay ahí una menor desexualización que las recibidas del psicoanálisis, pues digo que el deseo, bajo la forma sexual fundamental, solo puede ser comprendido en sus investimentos sexuales, no llevados sobre papá-mamá, eso es secundario, sino en tanto que llegan sobre -de una parte, sobre las máquinas deseantes, porque la libido es la energía libre de las máquinas deseantes, y de otra parte, a través de nuestros amores sexuales, homosexuales, heterosexuales.
Lo investido siempre son los cortes de las dimensiones de un campo histórico, y seguramente el padre y la madre juegan dentro de este, son agentes de comunicación de máquinas deseantes, y de otra parte, los unos con los otros, y de otra parte, las máquinas deseantes con las grandes máquinas deseantes.
Hacer Esquizo-análisis es hacer tres operaciones:
Una tarea destructiva: hacer saltar las estructuras edípicas y castradoras para llegar a una región del inconsciente donde no haya castración, etc., porque las máquinas deseantes ignoran eso.
Una tarea positiva: que se tiene que ver y analizar funcionalmente, nada hay a interpretar. Una máquina no se interpreta, se capta su funcionamiento o sus fallos, el por qué de sus fallos: la picota edipiana, la picota psicoanalítica del diván es la que introduce los fallos en las máquinas deseantes.
Tercera tarea: las máquinas deseantes solo funcionan invistiendo a las máquinas sociales. Y aquellas son esos tipos de investimentos libidinales, distintos de los investimentos preconcientes de interés, esos investimentos sexuales -a través de todos los seres que amamos, todos nuestros amores, son un complejo de desterritorializacion y de reterritorialización, no son la territorialidad seca e histérica del diván, y a través de cada ser que amamos, lo que investimos es un campo social, son las dimensiones de ese campo social, y los parientes son agentes de trasmisión en el campo social- ver la carta de Jackson; la madre negra clásica que dice a su hijo: no hagas historias, haz un buen matrimonio, gana dinero. ¿Esta madre clásica actúa como madre y como objeto del deseo edipiano, o actúa en tanto que trasmite un cierto investimento libidinal del campo social, a saber el del tipo que hace un buen matrimonio? Se hace el amor, y en el sentido estricto del término, se lo hace a través de su mujer, inconscientemente, con un cierto número de procesos económicos, políticos, sociales, y el amor ha sido siempre el medio por el cual la libido alcanza a otra cosa que a la persona amada, a saber todo un corte del campo social-histórico, finalmente siempre se hace el amor con los nombres de la historia.