Weston A. Price fué miembro de la Member Research Commission, American Dental Association y American Association of Physical Anthropologists. Realizó un amplio y detallado estudio (Nutrition and Physical Degeneration. A Comparison of Primitive and Modern Diets and Their Effects) sobre la salud dental de pueblos primitivos y su relación con sus respectivos regímenes alimentarios. Señala que entre 1.276 cráneos de indios peruanos antíguos no encontró ni una sola deformidad del arco dentario. En comparación, un 75% de los norteamericanos estudiados mostraba malformación de las mandíbulas y arcos dentarios. Sus informes sobre los indios primitivos demuestran que cerca del 100% de sus dientes estaban libres de caries y de posiciones defectuosas.
Nota del 20/11/2010: Las imágenes pertenecen al libro de Price "Nutrition and physical degeneration...", disponible para su lectura online en inglés en http://journeytoforever.org/farm_library/price/pricetoc.html. El siguiente artículo trata sobre el mencionado libro.
Políticamente incorrecto: La negada investigación nutricional del Dr. Weston Price
Autor: Dr. Stephen Byrnes
http://www.axel.org.ar/articulos/nutricion/byrnes.htm
Parece que cuanto más cambian las cosas, más se mantienen iguales. Con la aparición de los antibióticos en la década del ´30, la medicina se ha enorgullecido de la casi total erradicación de varias enfermedades mortales:
* tuberculosis
* polio
* difteria
La medicina moderna tiene un medicamento y un test de diagnóstico para casi cualquier problema, y debido a este edificio de tecnología farmacológica, la gente suele maravillarse y venerar a los médicos y a la profesión médica.
A pesar de nuestros increíbles avances científicos (televisión, películas, el transbordador espacial, haber llegado a la luna, etc), no hemos avanzado nada cuando se trata de enfermedades crónicas. Los médicos se encogen asustados cuando reciben a un paciente con artritis.
Lo mismo se aplica a quienes sufren de Alzheimer, Parkinson, cáncer, lupus, esclerosis múltiple, y SIDA; la ciencia médica, con toda su magia tecnológica y arrogante orgullo, NO tiene tratamientos efectivos o curas para ninguna de estas enfermedades. Y la incidencia de las mismas sigue aumentando.
En el caso de las enfermedades coronarias, por ejemplo, los médicos pueden decir que han reducido la mortalidad de quienes han sufrido un ataque al corazón, pero esto se debe a que la ciencia tiene la tecnología para mantener con vida a las personas después de haber sufrido un ataque cardíaco. Sin embargo, el riesgo y la incidencia de la enfermedad coronaria no ha hecho más que aumentar y empeorar. A pesar de las dietas bajas en grasas y en colesterol, de medicamentos para hacer menos viscosa la sangre, aceites poliinsaturados, y la práctica de contar calorías, el siglo 20 no ha podido hacer nada para disminuir las tasas de enfermedad coronaria.
Las cosas no estaban tan mal a principios del siglo pasado, pero la situación estaba empeorando lo suficiente para hacer que alguien lo notara. El Dr. Weston Price, de Cleveland, Ohio, Estados Unidos, fue un dentista que tuvo una carrera verdaderamente gloriosa y distinguida.
Había enseñado a miles de estudiantes en facultades de odontología, fue autor de artículos científicos y libros técnicos, y condujo un increíble estudio sobre el tratamiento de conducto como causa de distintas enfermedades (Para aquellos interesados en conocer más sobre este aspecto del trabajo del Dr. Price, les sugiero visitar el sitio de la Price-Pottenger Nutrition Foundation). A pesar de haber realizado fascinantes investigaciones, el trabajo del Dr. Price ha caído mayormente en el olvido, lo que es una desgracia, porque contiene un tesoro de información nutricional que puede conducir a las personas de esta época hacia mayores niveles de salud y vitalidad, alejándolas de la plaga de las enfermedades degenerativas.
Los estudios de nutrición del Dr. Price
Price notó que sus pacientes estaban sufriendo cada vez más enfermedades crónicas y degenerativas. También notó que sus pacientes más jóvenes tenían cada vez más los arcos dentales deformados, los dientes torcidos, y caries. Esto realmente lo preocupó: no había visto algo así diez o quince años antes. ¿Por qué estaba pasando ahora? Price también notó un fuerte correlato entre la salud dental y la salud en general: una boca llena de caries iba de la mano de un cuerpo lleno de enfermedad, o de debilidad generalizada y susceptibilidad a la enfermedad. En aquel entonces, la tuberculosis era la principal enfermedad infecciosa, la Plaga Blanca. Notó que cada vez más afectaba a los niños, a aquellos con los dientes en mal estado. El Dr. Price había escuchado rumores de culturas nativas donde la así llamada gente primitiva vivía feliz, libre de enfermedades. Se le ocurrió una idea: ir a buscar a esas gentes para averiguar:
1) si realmente eran sanos, y
2) en caso afirmativo, encontrar los factores responsables de su salud.
Ya que su situación financiera se lo permitía, empezó a viajar junto con su esposa a lugares remotos alrededor del mundo. Buscaban específicamente a personas sanas que no hubieran sido tocadas todavía por la civilización (en aquel momento, existían todavía tales grupos humanos).
El trabajo de Price suele criticarse en este sentido por ser tendencioso. Los críticos sostienen que Price simplemente ignoró a aquellos grupos humanos que no eran saludables y por lo tanto, su información y conclusiones sobre las dietas primitivas no tienen fundamento. Estos críticos no ven la motivación y la idea básica del trabajo del Dr. Price. No tenía interés en examinar a personas enfermas porque había visto suficientes en los Estados Unidos.
Price quería encontrar a personas SANAS, descubrir que las hacía estar sanas, y ver si había patrones similares entre todas estas personas. Durante sus nueve años de viajes, se encontró con grupos de gentes nativas que tenían de hecho problemas de salud por distintos motivos. Price tomó nota de estos grupos, y de lo que parecía estar causando sus problemas de salud, y después continuó sus viajes. Repito: no estaba buscando personas enfermas. A menudo lo que causaba estos problemas de salud en ciertos grupos era la escasez de alimentos, (especialmente la falta de productos de origen animal), las sequías, cosas que quienes viven de lo que brinda la tierra deben enfrentar cada tanto, y el contacto con la civilización europea.
El Dr. Price y su esposa visitaron muchos lugares. Viajaron a zonas aisladas en los alpes suizos, a frías y ventosas islas cerca de la costa escocesa, a los Andes peruanos, a varios lugares de Africa, a la Polinesia, a Australia y Nueva Zelanda, a bosques del norte de Canadá, e incluso al Círculo Polar Artico. En total, visitaron a catorce grupos humanos nativos.
Después de ganarse la confianza de los ancianos de cada lugar, Price hizo lo esperable: contó caries, y realizó exámenes físicos de los nativos.¡Imaginen su sorpresa al descubrir que, de promedio, había menos de 1% de caries entre todas las personas que visitó! También descubrió que los dientes de estas personas eran perfectamente blancos y estaban perfectamente alineados, con altos arcos dentales y características faciales bien formadas. Y había algo aún más sorprendente: ¡ninguno de ellos llevaba a cabo ningún tipo de higiene dental ni había usado jamás un cepillo de dientes!
Por ejemplo, cuando visitó al primer grupo de nativos (habitantes de zonas aisladas de los Alpes suizos), notó enseguida que los dientes de los niños estaban cubiertos de una delgada película de cieno verde, sin embargo no tenían caries. ¡Cuánta diferencia con los niños de Ohio!
Observó también que, además de sus dientes y encías sanas, todas estas personas eran fuertes y resistentes, a pesar de las difíciles condiciones de vida que debían enfrentar en ocasiones. Por ejemplo, las mujeres esquimales daban a luz a un niño sano tras otro, con pocas dificultades. A pesar de que los niños suizos iban descalzos por ríos helados, no había habido ni un solo caso de tuberculosis entre ellos, aunque habían estado expuestos a la tuberculosis. En general, Price no encontró casos de las enfermedades que son plaga entre nosotros personas civilizadas, con nuestros camiones recolectores de basura y nuestros teléfonos celulares: cáncer, enfermedades coronarias, diabetes, hemorroides, esclerosis múltiple, mal de Parkinson, Alzheimer, osteoporosis, síndrome de fatiga crónica (en la época de Price se lo llamaba neurastenia), etc. Otra característica que pudo observar en las personas sanas a las que encontró fue que eran felices. Si bien la depresión no era un problema importante en aquella época, sí lo es hoy en día: pregúntele a cualquier psiquiatra. Aunque en ocasiones algunos nativos peleaban con tribus vecinas, dentro de sus propios grupos, eran alegres y optimistas, y se recuperaban rápidamente de los problemas emocionales. No necesitaban antidepresivos. Para que no piense que el Dr. Price inventó todo esto, llevó con él una invención moderna con la que pudo dejar testimonio de su investigación e increíbles conclusiones: una cámara de fotos. Junto con su esposa, sacaron unas 18.000 fotos. Muchas de ellas están en su obra maestra: Nutrición y Degeneración Física. Las fotos muestran a gentes nativas de todo el mundo sonriendo ante la cámara, con sus perfectos y brillantes dientes.
Qué comían estas personas
Además de examinar a los nativos, el Dr. Price recolectó mucha información sobre sus culturas y costumbres distintivas, y estas descripciones ocupan muchas páginas de su libro. Price observó con mucho detalle lo que estas personas comían, ya que sospechaba que la clave de una buena salud y de unos dientes sanos estaba en una alimentación saludable. Se sorprendió al descubrir que, dependiendo de la gente y del lugar donde vivían, los habitantes nativos consumían dietas muy diferentes entre sí.
Por ejemplo, los habitantes de los Alpes Suizos substían básicamente consumiendo productos lácteos no pasteurizados y fermentados, especialmente manteca y queso. El centeno era también parte integral de su dieta. A veces comían carne (vacuna) cuando las vacas de su rebaño envejecían. La dieta se completaba con pequeñas cantidades de caldos de hueso, verduras y bayas. Debido a la altura, no crecía mucha vegetación en la región. Comían lo que podían durante los cortos meses de verano, y con lo que sobraba hacían conservas para el invierno. Los alimentos principales, sin embargo, eran el queso entero, la manteca, y el pan de centeno.
Los pescadores gaélicos de las islas Hébridas no comían productos lácteos, pero consumían buenas cantidades de bacalao y otros productos del mar, especialmente mariscos (cuando era la estación). Debido al suelo pobre, el único cereal que podía crecer era la avena, y formaba una parte principal de la dieta. Un plato tradicional, considerado muy importante para los niños en etapa de crecimiento y para las mujeres embarazadas, era cabeza de bacalao rellena con avena y puré de hígado de pescado. Como se dijo anteriormente, debido al clima extremadamente adverso, crecían muy pocas frutas y verduras en la región. Price notó que una chica gaélica quedó intrigada cuando le ofreció una manzana: ¡nunca había visto una!
Los esquimales, o Innu, comían una dieta de casi 100% de productos animales, con amplias cantidades de pescado. Las morsas y las focas, y otros mamíferos marinos, formaban también parte integral de su dieta. La grasa de ballena se consumía con deleite. Los Innu también recolectaban nueces, bayas y algunos pastos durante los cortos meses de verano, pero su dieta era básicamente carne y grasa. Price notó que los Innu solían fermentar la carne antes de comerla. O sea, la enterraban y dejaban que se pudriera levemente antes de consumirla. Los Innu también comían los pastos parcialmente digeridos de los estómagos de los caribús.
Los Maoríes de Nueva Zelanda, junto a otros habitantes de las islas del sur, consumían toda clase de productos de mar: pescado, tiburón, pulpo, lombirces marinas, mariscos, y también cerdo y una amplia variedad de alimentos vegetales, incluyendo frutas y coco.
Las tribus ganaderas de África, tales como los Masai, no consumían casi productos vegetales. Tenían una dieta de carne vacuna, leche cruda, órganos y sangre (en tiempos de sequía).
Los Dinkas de Sudán, que según Price eran los más sanos de todas las tribus africanas que estudió, combinaban cereales integrales fermentados con pescado, junto a cantidades menores de carne roja, vegetales y frutas. Por otro lado, los Bantu, la menos fuerte de las tribus africanas estudiadas, eran básicamente agricultores. Su dieta se basaba en legumbres, zapallo, choclo, mijo, vegetales y frutas, con pequeñas cantidades de leche y carne. Price no encontró ninguna cultura totalmente vegetariana. La información antropológica actual da sustento a esto: todas las culturas y los grupos humanos muestran una preferencia por los productos de origen animal y por la grasa animal.
Parece que cuanto más cambian las cosas, más se mantienen iguales. Con la aparición de los antibióticos en la década del ´30, la medicina se ha enorgullecido de la casi total erradicación de varias enfermedades mortales:
* tuberculosis
* polio
* difteria
La medicina moderna tiene un medicamento y un test de diagnóstico para casi cualquier problema, y debido a este edificio de tecnología farmacológica, la gente suele maravillarse y venerar a los médicos y a la profesión médica.
A pesar de nuestros increíbles avances científicos (televisión, películas, el transbordador espacial, haber llegado a la luna, etc), no hemos avanzado nada cuando se trata de enfermedades crónicas. Los médicos se encogen asustados cuando reciben a un paciente con artritis.
Lo mismo se aplica a quienes sufren de Alzheimer, Parkinson, cáncer, lupus, esclerosis múltiple, y SIDA; la ciencia médica, con toda su magia tecnológica y arrogante orgullo, NO tiene tratamientos efectivos o curas para ninguna de estas enfermedades. Y la incidencia de las mismas sigue aumentando.
En el caso de las enfermedades coronarias, por ejemplo, los médicos pueden decir que han reducido la mortalidad de quienes han sufrido un ataque al corazón, pero esto se debe a que la ciencia tiene la tecnología para mantener con vida a las personas después de haber sufrido un ataque cardíaco. Sin embargo, el riesgo y la incidencia de la enfermedad coronaria no ha hecho más que aumentar y empeorar. A pesar de las dietas bajas en grasas y en colesterol, de medicamentos para hacer menos viscosa la sangre, aceites poliinsaturados, y la práctica de contar calorías, el siglo 20 no ha podido hacer nada para disminuir las tasas de enfermedad coronaria.
Las cosas no estaban tan mal a principios del siglo pasado, pero la situación estaba empeorando lo suficiente para hacer que alguien lo notara. El Dr. Weston Price, de Cleveland, Ohio, Estados Unidos, fue un dentista que tuvo una carrera verdaderamente gloriosa y distinguida.
Había enseñado a miles de estudiantes en facultades de odontología, fue autor de artículos científicos y libros técnicos, y condujo un increíble estudio sobre el tratamiento de conducto como causa de distintas enfermedades (Para aquellos interesados en conocer más sobre este aspecto del trabajo del Dr. Price, les sugiero visitar el sitio de la Price-Pottenger Nutrition Foundation). A pesar de haber realizado fascinantes investigaciones, el trabajo del Dr. Price ha caído mayormente en el olvido, lo que es una desgracia, porque contiene un tesoro de información nutricional que puede conducir a las personas de esta época hacia mayores niveles de salud y vitalidad, alejándolas de la plaga de las enfermedades degenerativas.
Los estudios de nutrición del Dr. Price
Price notó que sus pacientes estaban sufriendo cada vez más enfermedades crónicas y degenerativas. También notó que sus pacientes más jóvenes tenían cada vez más los arcos dentales deformados, los dientes torcidos, y caries. Esto realmente lo preocupó: no había visto algo así diez o quince años antes. ¿Por qué estaba pasando ahora? Price también notó un fuerte correlato entre la salud dental y la salud en general: una boca llena de caries iba de la mano de un cuerpo lleno de enfermedad, o de debilidad generalizada y susceptibilidad a la enfermedad. En aquel entonces, la tuberculosis era la principal enfermedad infecciosa, la Plaga Blanca. Notó que cada vez más afectaba a los niños, a aquellos con los dientes en mal estado. El Dr. Price había escuchado rumores de culturas nativas donde la así llamada gente primitiva vivía feliz, libre de enfermedades. Se le ocurrió una idea: ir a buscar a esas gentes para averiguar:
1) si realmente eran sanos, y
2) en caso afirmativo, encontrar los factores responsables de su salud.
Ya que su situación financiera se lo permitía, empezó a viajar junto con su esposa a lugares remotos alrededor del mundo. Buscaban específicamente a personas sanas que no hubieran sido tocadas todavía por la civilización (en aquel momento, existían todavía tales grupos humanos).
El trabajo de Price suele criticarse en este sentido por ser tendencioso. Los críticos sostienen que Price simplemente ignoró a aquellos grupos humanos que no eran saludables y por lo tanto, su información y conclusiones sobre las dietas primitivas no tienen fundamento. Estos críticos no ven la motivación y la idea básica del trabajo del Dr. Price. No tenía interés en examinar a personas enfermas porque había visto suficientes en los Estados Unidos.
Price quería encontrar a personas SANAS, descubrir que las hacía estar sanas, y ver si había patrones similares entre todas estas personas. Durante sus nueve años de viajes, se encontró con grupos de gentes nativas que tenían de hecho problemas de salud por distintos motivos. Price tomó nota de estos grupos, y de lo que parecía estar causando sus problemas de salud, y después continuó sus viajes. Repito: no estaba buscando personas enfermas. A menudo lo que causaba estos problemas de salud en ciertos grupos era la escasez de alimentos, (especialmente la falta de productos de origen animal), las sequías, cosas que quienes viven de lo que brinda la tierra deben enfrentar cada tanto, y el contacto con la civilización europea.
El Dr. Price y su esposa visitaron muchos lugares. Viajaron a zonas aisladas en los alpes suizos, a frías y ventosas islas cerca de la costa escocesa, a los Andes peruanos, a varios lugares de Africa, a la Polinesia, a Australia y Nueva Zelanda, a bosques del norte de Canadá, e incluso al Círculo Polar Artico. En total, visitaron a catorce grupos humanos nativos.
Después de ganarse la confianza de los ancianos de cada lugar, Price hizo lo esperable: contó caries, y realizó exámenes físicos de los nativos.¡Imaginen su sorpresa al descubrir que, de promedio, había menos de 1% de caries entre todas las personas que visitó! También descubrió que los dientes de estas personas eran perfectamente blancos y estaban perfectamente alineados, con altos arcos dentales y características faciales bien formadas. Y había algo aún más sorprendente: ¡ninguno de ellos llevaba a cabo ningún tipo de higiene dental ni había usado jamás un cepillo de dientes!
Por ejemplo, cuando visitó al primer grupo de nativos (habitantes de zonas aisladas de los Alpes suizos), notó enseguida que los dientes de los niños estaban cubiertos de una delgada película de cieno verde, sin embargo no tenían caries. ¡Cuánta diferencia con los niños de Ohio!
Observó también que, además de sus dientes y encías sanas, todas estas personas eran fuertes y resistentes, a pesar de las difíciles condiciones de vida que debían enfrentar en ocasiones. Por ejemplo, las mujeres esquimales daban a luz a un niño sano tras otro, con pocas dificultades. A pesar de que los niños suizos iban descalzos por ríos helados, no había habido ni un solo caso de tuberculosis entre ellos, aunque habían estado expuestos a la tuberculosis. En general, Price no encontró casos de las enfermedades que son plaga entre nosotros personas civilizadas, con nuestros camiones recolectores de basura y nuestros teléfonos celulares: cáncer, enfermedades coronarias, diabetes, hemorroides, esclerosis múltiple, mal de Parkinson, Alzheimer, osteoporosis, síndrome de fatiga crónica (en la época de Price se lo llamaba neurastenia), etc. Otra característica que pudo observar en las personas sanas a las que encontró fue que eran felices. Si bien la depresión no era un problema importante en aquella época, sí lo es hoy en día: pregúntele a cualquier psiquiatra. Aunque en ocasiones algunos nativos peleaban con tribus vecinas, dentro de sus propios grupos, eran alegres y optimistas, y se recuperaban rápidamente de los problemas emocionales. No necesitaban antidepresivos. Para que no piense que el Dr. Price inventó todo esto, llevó con él una invención moderna con la que pudo dejar testimonio de su investigación e increíbles conclusiones: una cámara de fotos. Junto con su esposa, sacaron unas 18.000 fotos. Muchas de ellas están en su obra maestra: Nutrición y Degeneración Física. Las fotos muestran a gentes nativas de todo el mundo sonriendo ante la cámara, con sus perfectos y brillantes dientes.
Qué comían estas personas
Además de examinar a los nativos, el Dr. Price recolectó mucha información sobre sus culturas y costumbres distintivas, y estas descripciones ocupan muchas páginas de su libro. Price observó con mucho detalle lo que estas personas comían, ya que sospechaba que la clave de una buena salud y de unos dientes sanos estaba en una alimentación saludable. Se sorprendió al descubrir que, dependiendo de la gente y del lugar donde vivían, los habitantes nativos consumían dietas muy diferentes entre sí.
Por ejemplo, los habitantes de los Alpes Suizos substían básicamente consumiendo productos lácteos no pasteurizados y fermentados, especialmente manteca y queso. El centeno era también parte integral de su dieta. A veces comían carne (vacuna) cuando las vacas de su rebaño envejecían. La dieta se completaba con pequeñas cantidades de caldos de hueso, verduras y bayas. Debido a la altura, no crecía mucha vegetación en la región. Comían lo que podían durante los cortos meses de verano, y con lo que sobraba hacían conservas para el invierno. Los alimentos principales, sin embargo, eran el queso entero, la manteca, y el pan de centeno.
Los pescadores gaélicos de las islas Hébridas no comían productos lácteos, pero consumían buenas cantidades de bacalao y otros productos del mar, especialmente mariscos (cuando era la estación). Debido al suelo pobre, el único cereal que podía crecer era la avena, y formaba una parte principal de la dieta. Un plato tradicional, considerado muy importante para los niños en etapa de crecimiento y para las mujeres embarazadas, era cabeza de bacalao rellena con avena y puré de hígado de pescado. Como se dijo anteriormente, debido al clima extremadamente adverso, crecían muy pocas frutas y verduras en la región. Price notó que una chica gaélica quedó intrigada cuando le ofreció una manzana: ¡nunca había visto una!
Los esquimales, o Innu, comían una dieta de casi 100% de productos animales, con amplias cantidades de pescado. Las morsas y las focas, y otros mamíferos marinos, formaban también parte integral de su dieta. La grasa de ballena se consumía con deleite. Los Innu también recolectaban nueces, bayas y algunos pastos durante los cortos meses de verano, pero su dieta era básicamente carne y grasa. Price notó que los Innu solían fermentar la carne antes de comerla. O sea, la enterraban y dejaban que se pudriera levemente antes de consumirla. Los Innu también comían los pastos parcialmente digeridos de los estómagos de los caribús.
Los Maoríes de Nueva Zelanda, junto a otros habitantes de las islas del sur, consumían toda clase de productos de mar: pescado, tiburón, pulpo, lombirces marinas, mariscos, y también cerdo y una amplia variedad de alimentos vegetales, incluyendo frutas y coco.
Las tribus ganaderas de África, tales como los Masai, no consumían casi productos vegetales. Tenían una dieta de carne vacuna, leche cruda, órganos y sangre (en tiempos de sequía).
Los Dinkas de Sudán, que según Price eran los más sanos de todas las tribus africanas que estudió, combinaban cereales integrales fermentados con pescado, junto a cantidades menores de carne roja, vegetales y frutas. Por otro lado, los Bantu, la menos fuerte de las tribus africanas estudiadas, eran básicamente agricultores. Su dieta se basaba en legumbres, zapallo, choclo, mijo, vegetales y frutas, con pequeñas cantidades de leche y carne. Price no encontró ninguna cultura totalmente vegetariana. La información antropológica actual da sustento a esto: todas las culturas y los grupos humanos muestran una preferencia por los productos de origen animal y por la grasa animal.
Figura. 91. EL excelente desarrollo del esqueleto de los indios de la selva como se expresa en los rostros y las arcadas dentarias, se ilustra en estos puntos de vista. Sus alimentos fueron seleccionados de la vida animal del cauce de los arroyos, junto con las plantas nativas.
Los grupos cazadores-recolectores del norte de Canadá, las regiones pantanosas de Florida (los Everglades), del Amazonas y de Australia, consumían animales de presa de todo tipo, especialmente órganos, y variedad de cereales, legumbres, tubérculos, vegetales y frutas cuando se las podía encontrar. Price observó que todos los grupos, excepto los esquimales, consumían insectos y sus larvas. Obviamente, en las zonas más tropicales, los insectos formaban una parte más integral de la dieta. También notó que los nativos de África sabían que ciertos insectos son muy ricos en nutrientes especiales en ciertas estaciones, y también que sus huevos son alimentos valiosos. Los huevos de una mosca que pone grandes cantidades de huevos en el Lago Victoria se juntaban para ser consumidos frescos, y también se desecaban para almacenar. Usaban además huevos de hormiga y hormigas. Las abejas, avispas, escarabajos, libélulas, grillos, cigarras, polillas y termitas también se consumían con entusiasmo, particularmente en África.
Price también observó que todas las culturas consumían alimentos fermentados todos los días. Alimentos tales el queso, la manteca, el yogur, o las bebidas a base de cereales fermentados, como la cerveza kaffir (hecha a base de mijo) en África, o el pescado fermentado en el caso de los esquimales, eran parte importante de las dietas nativas.
Curiosamente, todos los grupos nativos estudiados hacían grandes esfuerzos por conseguir alimentos del mar, especialmente huevos de pescado, que se consumían para tener hijos sanos. Incluso los habitantes de las zonas montañosas hacían viajes semianuales al mar para conseguir algas, huevos de pescado, y pescado deshidratado. La langosta, rica en colesterol y vitamina D, era un alimento standard en muchos lugares, desde Africa hasta el Oriente.
La última característica principal que descubrió Price de las dietas nativas era que eran altas en grasa, especialmente grasa animal. Ya sea de insectos, huevos, pescado, animales de presa o ganado domesticado, los grupos nativos sabían que se enfermarían si no comían suficiente grasa. Otros exploradores, además de Price también han hecho la misma observación. Por ejemplo, el antropólogo Vilhjalmur Stefansson, que vivió durante años con los esquimales y con los indios del norte de Canadá, notó específicamente cómo los Indios se preocupaban especialmente por cazar caribús machos viejos, porque llevaban consigo una gruesa acumulación de grasa de 22 kilos en el lomo. Cuando esos animales no estaban disponibles y los Indios se veían obligados a subsistir comiendo conejos, un animal muy magro, aparecían diarreas y hambre luego de una semana. El cuerpo humano necesita grasa saturada para asimilar y utilizar proteínas y las grasas saturadas animales contienen altas concentraciones de las vitaminas liposolubles, así también como ácidos grasos beneficiosos con propiedades antimicrobiales.
Los alimentos que estas personas consumían eran, por supuesto, naturales y no procesados, no contenían conservantes, aditivos ni colorantes. Tampoco se les agregaba azúcar (aunque se comía miel y sirope de arce en cantidades moderadas, cuando se los encontraba). No había harina blanca ni alimentos enlatados. Sus productos lácteos no eran pasteurizados, homogeneizados ni desgrasados. Los alimentos animales y vegetales que consumían crecían en suelos libres de pesticidas y no se les daban hormonas o antibióticos. En resumen, comían siempre productos orgánicos.
El análisis de las muestras
El Dr. Price estaba deseoso de analizar químicamete los diferentes alimentos que estos grupos nativos consumían. Tuvo cuidado en obtener muestras de todo tipo para ser analizadas. En esencia, las dietas de estas personas saludables contenían 10 veces más vitaminas liposolubles, y al menos 4 veces más calcio, otros minerales , y vitaminas hidrosolubles que las dietas occidentales de aquel entonces. ¡Con razón eran tan sanos!
Debido al consumo de alimentos crudos y fermentados (incluidos productos animales crudos), Price observó que las dietas nativas eran altas en enzimas. Las enzimas asisten en la digestión de los alimentos cocidos. Price notó que todos los grupos tenían predilección y un instinto alimentario hacia alimentos altos en vitaminas liposolubles. Según él, la manteca hecha de leche de vacas alimentadas a pasto, rica en estas vitaminas y también en minerales, era el alimento sano por excelencia. Las vitaminas liposolubles se encuentran en las grasas de origen animal, tales como manteca, crema, manteca de cerdo y cebo, y también en los órganos. Y para disipar un mito común acerca de las tribus primitivas, sí vivían muchos años. Price sacó cantidad de fotos de personas primitivas sanas, con las cabezas cubiertas de cabellos grises. Si bien no sabemos con exactitud cuántos años tenían, porque no había calendarios, por su apariencia es seguro que tenían claramente más de 60 años.
Los Aborígenes de Australia, por ejemplo, tenían una sociedad especial de los ancianos. Obviamente, si no hubiera habido ancianos entre ellos, no hubieran necesitado tal sociedad. Stefansson también cuanta que los esquimales eran muy longevos. Es verdad que la mortalidad entre los más jóvenes era mayor en algunos grupos, pero esto se debía a su peligroso estilo de vida, no a sus dietas. Cuando alguien vive en el Círculo Polar Ártico, por ejemplo, luchando constantemente con los elementos, con los osos polares, deslizamientos de hielo, y leones marinos, corre el riesgo de una muerte temprana.
Otro error común que la nutrición moderna tiene sobre los grupos primitivos y sus dietas altas en carne y grasa es que sufrían todo tipo de enfermedades degenerativas, especialmente osteoporosis y enfermedades cardiovasculares. Los hechos, sin embargo, no apoyan este concepto. A pesar de algunos estudios, realizados durante las últimas décadas, que intentaron demostrar que la alta incidencia de osteoporosis entre los esquimales se debía a su dieta alta en proteínas, otros estudios no encontraron tal relación.
El trabajo de los doctores Herta Spencer y Lois Kramer demostró de manera concluyente que la teoría de que las proteínas causas pérdida de calcio es una tontería. Resultó ser que los estudios negativos realizados con esquimales no se llevaron a cabo con esquimales que consumían dietas tradicionales, sino con esquimales modernizados que habían adoptado hábitos modernos de alimentación y consumían también alcohol.
El alcoholismo es un factor principal de la pérdida de calcio. Si la pérdida de calcio hubiera sido un problema, el Dr. Price por cierto lo hubiera notado, especialmente teniendo en cuenta que estaba examinando dientes, que están hechos de calcio. En Suiza, Price obtuvo permiso para desenterrar restos óseos de algunos nativos; los huesos eran fuertes y robustos. Hay fotos de estos huesos en el libro de Price (y calaveras que muestran bocas con dientes perfectos sin caries). No encontró casos de ninguna enfermedad importante, incluidos problemas cardíacos.
Esto no quiere decir que los habitantes nativos no tenían NINGUN problema de salud porque de hecho sí los tenían. Price conoció muchos remedios nativos para un amplio espectro de dolencias menores tales como dolores de cabeza, resfríos, heridas y quemaduras. Pero en cuanto a enfermedades degenerativas, no encontró ninguna. Esto nos lleva al otro descubrimiento importante de la investigación del Dr. Price: los efectos de una dieta moderna en las gentes primitivas.
Las causas de la enfermedad
Cuando el Dr. Price visitó a los diversos grupos primitivos, observó que la civilización europea había empezado a avanzar en las áreas donde ellos vivían. Algunos de los habitantes nativos eligieron irse y mudarse a áreas más modernas. El Dr. Price tuvo también la oportunidad de comparar a los colonos blancos que vivían cerca o junto a los grupos nativos que estaba estudiando. Encontró lo que pensaba que encontraría: enfermedades y problemas dentales.
Cuando la gente lee Nutrición y degeneración física, a menudo le cambia la vida no sólo porque describe el aspecto de las personas saludables, cómo se sentían y qué comían, sino que también muestra, con doloroso detalle, qué le pasa a quienes abandonan sus dietas nativas y adoptan una dieta de alimentos modernos.
Las fotos que sacó Price, de gente nativa y moderna que consumía lo que él llamaba con desdén los alimentos de reemplazo del comercio moderno, son horripilantes, y contrastan totalmente con las fotos de personas nativas sanas y sonrientes. Sally Fallon, investigadora en nutrición y entusiasta de Price escribe lo siguiente:
Sus fotos capturan el sufrimiento que causan estos alimentos - mayormente la aparición generalizada de caries. Aún más sorprendente, las fotos muestran el cambio en el desarrollo facial que ocurre con la modernización.
Figura. 92. Indios de la selva después de contactar con la modernización en el que incluyó un cambio de su dieta nativa y su posterior decadencia de los dientes se tornó incontrolable, como se muestra. Un cambio importante en la forma facial fue acompañada por el amontonamiento de los dientes en la nueva generación.
Los padres que habían cambiado sus dietas tenían niños que ya no mostraban los patrones tribales. Sus caras eran más angostas, sus dientes apretados y sus orificios nasales eran estrechos. Estas caras no irradian optimismo, como las de sus ancestros sanos.
Los padres que habían cambiado sus dietas tenían niños que ya no mostraban los patrones tribales. Sus caras eran más angostas, sus dientes apretados y sus orificios nasales eran estrechos. Estas caras no irradian optimismo, como las de sus ancestros sanos.
Las fotografías demuestran con gran claridad que los alimentos del comercio moderno no proporcionan suficientes nutrientes para permitir al cuerpo alcanzar su potencial genético total - tampoco para permitir el completo desarrollo de los huesos del cuerpo y de la cabeza, ni tampoco la más completa expresión de los varios sistemas que permiten a la humanidad funcionar a niveles óptimos:
* sistema inmunitario
* sistema nervioso
* digestión
* reproducción
¿Y cuáles eran los alimentos negativos que esta desafortunada gente consumía? Lo que se halla hoy en día en las góndolas del supermercado o almacén:
* Azúcar
* Harina blanca refinada
* Mermeladas y dulces
* Galletitas, bizcochos
* Leche condensada
* Vegetales enlatados
* Tortas y repostería en general
* Productos hechos con harina blanca
* Margarina
* Aceites vegetales
Price notó en varios lugares que donde los alimentos modernos habían reemplazado a los tradicionales, la tasa de suicidio por caries era alta. Como la mayoría de nosotros sabe, el dolor dental puede ser terrible. Sin medicamentos para aliviar el dolor, y sin dentistas para extraer el diente enfermo, la gente se suicidaba para escapar la tortura del dolor.
Los europeos blancos que vivían en Africa tenían que irse periódicamente por motivos de salud. Los niños nacidos allí debían ser enviados a otra parte varias veces durante su juventud para poder sobrevivir. Tal era el duro efecto de los alimentos modernos en aquellas personas. Los africanos nativos, por supuesto, no tenían tales problemas mientras siguieran consumiendo sus dietas nativas.
Como se mencionó antes, la mayor enfermedad infecciosa en aquella época era la tuberculosis, la plaga blanca. Price sacó varias fotos de niños, por lo general hijos de europeos o nativos que habían adoptado los alimentos modernos antes de que sus hijos nacieran. Estas fotos son perturbadoras en su representación del sufrimiento. Algunos niños estaban demasiado enfermos para poder movilizarse para que haya mejor iluminación para la fotografía. Otros tenían pus saliéndole visiblemente de sus glándulas linfáticas y de sus dientes.
Figura 109. Nueva Zelanda, maoríes. Tenga en cuenta el cambio progresivo en forma de la cara de los dos niños más jóvenes en comparación con su hermana mayor. A continuación, anote el cambio progresivo en sus pies. Pies normales, pies planos y pies zambos.
Invariablemente, los padres e hijos que habían adoptado los alimentos modernos eran altamente susceptibles a la tuberculosis y a otras enfermedades degenerativas.
Los habitantes nativos de Hawai son un trágico ejemplo de este cambio. Price estuvo en las islas hawaianas como parte de sus viajes. Notó, por supuesto, que los hawaianos que comían su dieta tradicional de coco, pescado, mariscos, taro, batatas y frutas frescas, eran fuertes y sanos. Hoy en día, sin embargo, la salud de los nativos de Hawai es escalofriante. La obesidad y la diabetes son frecuentes. Debido a que las carnes enlatadas con nitratos son un alimento popular en Hawai, la tasa de cáncer de estómago es alta (los nitratos se convierten en sustancias cancerígenas en el estómago - la vitamina C frena la conversión). Los hawaianos hoy en día consumen buenas cantidades de azúcar, gaseosas, aceites vegetales, pastas, harina blanca y arroz blanco. A veces se come coco, pero por lo general como ingrediente de una golosina. La alta presión arterial y los ataques cardíacos son frecuentes. También es elevada la incidencia del mal de Alzheimer. Tal es el efecto de los alimentos refinados en un hermoso grupo humano.
En la última década, ha aparecido una dieta llamada la dieta hawaiana. Aunque es un poco baja en grasas para mi gusto, recomienda volver por completo a los patrones tradicionales de alimentación: pescado, taro, batatas, frutas frescas y vegetales, y en ocasiones, cerdo (el jabalí y el chancho salvaje son nativos de Hawai). Se evitan específicamente la harina blanca, el azúcar, el paté y las comidas procesadas en general. El cambio es dramático:
* La gente pierde peso
* Tienen más energía
* Sus problemas de salud se solucionan o se vuelven más manejables
* Invariablemente, también mejora la salud de los dientes.
Price también notó que si un habitante nativo abandonaba sus patrones ancestrales de alimentación y adoptaba los alimentos modernos, tendría luego mala salud y problemas dentales. Si esa misma persona regresaba a su manera original de comer, su salud volvía y el avance de los problemas dentales se frenaba y se revertía por sí solo. Este es el factor más alentador de su investigación: uno siempre puede revertir la tendencia negativa; siempre hay esperanza.
Price predijo de manera precisa y ominosa que a medida que el hombre occidental consumiera más azúcar refinada y sustituyera las grasas animales por aceites vegetales, las enfermedades aumentarían, y la reproducción se volvería más dificultosa. Hoy en día, un 25% de las parejas occidentales son estériles, y la incidencia de cáncer, diabetes, y enfermedad coronaria se ha ido por las nubes. Price fue verdaderamente una Casandra de Troya, profetizando la verdad, pero sin nadie que lo escuchara.
¿Podemos volver a la sensatez, por favor?
Durante muchas décadas, el trabajo de Price ha permanecido enterrado y olvidado. Sin embargo, gracias a los esfuerzos de la Price-Pottenger Nutrition Foundation, y a la republicación del libro de Price, por suerte esto está empezando a cambiar. Las conclusiones y recomendaciones de Price fueron un escándalo para su época. Proponía volver al amamantamiento en una época en la que la medicina occidental desaconsejaba tal práctica. Urgió a los padres a darles a sus hijos aceite de bacalao todos los días. Price consideraba que la manteca era el alimento saludable por excelencia.
El advertía sobre los peligros de:
* Pesticidas
* Herbicidas
* Preservativos en las comidas
* Colorantes
* Azúcares refinados
* Aceites vegetales
Son, en esencia, todas las cosas que la nutrición y agricultura modernas han adoptado y promovido durante las últimas décadas. Price creía que la margarina era una creación malvada. Déjeme decirle que con este tipo de recomendaciones, ¡era VERDADERAMENTE poco popular! Pero el resultado de su investigación habla por sí solo.
Sabiendo que sus datos contradicen de plano virtualmente todo lo que la nutrición políticamente correcta sostiene, es frecuente que se menosprecie su trabajo. Si los estudios de Price son correctos, entonces la escuela de la dieta baja en grasas debe dejar de existir. Por lo tanto, es típico que sus críticos sostengan que Price examinó a las personas que encontró de manera superficial, y que sacó conclusiones simplistas sobre su salud. También se acusa a Price de ignorar sus deficiencias nutricionales, y de ignorar también las tasas de mortalidad infantil. También se afirma que los alimentos modernos que Price sostuvo eran la causa de los problemas de salud de aquellas personas eran de hecho saludables, pero que los habitantes nativos los consumían en exceso, y no equilibraban sus dietas correctamente, y por eso hubieron altas tasas de enfermedad luego de la adopción de los alimentos modernos.
Los críticos también sostienen que las personas desnutridas normalmente no tienen problemas dentales, y que por lo tanto es irrelevante que los nativos a quienes Price fotografió hayan tenido dientes perfectos, o que los modernizados hayan tenido dientes enfermos.
Es verdaderamente increíble hasta dónde pueden llegar algunos expertos para defender a la industria de los alimentos procesados y a dudosas hipótesis nutricionales. Incluso una mirada superficial al libro de Price le dirá a cualquier persona racional que no realizó exámenes superficiales. Los detalles sobre costumbres nativas, hábitos alimentarios, y la historia de las distintas áreas sirven de argumento contra cualquier acusación de superficialidad.
Además, Price era un médico con muchos años de experiencia. Es absurdo sostener que realizó exámenes superficiales y que sacó conclusiones simplistas sobre la salud de las personas.
Si hubiera habido deficiencias nutricionales, él las hubiera notado, pero no existen tales descripciones por la simple razón de que no hubo tales deficiencias nutricionales. Sabemos que esto es verdad porque si examinamos a los descendientes modernos de las personas a las que él estudió, nos encontramos con que disfrutan de una salud robusta y que están libres de problemas dentales y enfermedades crónicas, SIEMPRE y CUANDO no hayan abandonado sus dietas tradicionales.
Es cierto que había una alta mortalidad infantil, pero sólo DESPUES de exponerse a y adoptar la manera de vida occidental. Más aún, si los alimentos modernos eran tan saludables, entonces hubieran proporcionado los nutrientes para evitar la muerte, los problemas dentales y las enfermedades en quienes los consumían. Es engañoso hablar de dietas desequilibradas compuestas de alimentos modernos. No pasa un examen lógico.
La última afirmación que dice que la salud dental no está relacionada con el status nutricional del cuerpo es simplemente falsa. Numerosos investigadores han notado la clara y obvia conexión entre la salud dental y la salud corporal. Todos ellos afirman sin dudar que la salud del cuerpo se refleja de manera precisa en la salud de los dientes.
El mensaje del Dr. Price
La conclusión obvia de su investigación es que si la humanidad quiere sobrevivir, tiene que alimentarse mejor. Y los alimentos que debe consumir deben ser enteros, frescos, y sin procesar. Cada vez más personas están empezando a darse cuenta de esto, y han estado cambiando sus hábitos alimenticios. Pero para la mayoría, sin embargo, continuar con los hábitos alimentarios negativos conducirá inevitablemente a una menor vitalidad, niños enfermos... en resumen, la degeneración de la raza humana. En este mundo de supervivencia del más apto, necesitamos todas y cada una de las oportunidades de reforzar nuestra posición o corremos el riesgo de extinguirnos.
Además, ¡comer alimentos enteros, no procesados, es sabroso! La primer lección felíz de las dietas tradicionales y del trabajo de Price es que las comidas saludables pueden y deberían ser sabrosas. Está bien cocinar los vegetales y las carnes con manteca. Está bien consumir leche entera (sin pasteurizar ni homogeneizar), carnes con sus grasas, huevos, langosta y camarones, e hígado con cebollas y jamón. Está bien y es sano consumir sopas caseras hechas con caldos vegetales ricos en gelatina (de hueso) y salsas hechas con crema.
Comer alimentos enteros, no procesados, es bueno también para el medioambiente. Los pilares de una dieta de alimentos enteros son por un lado alimentos vegetales orgánicos, sin pesticidas, cultivados en suelos fertilizados naturalmente, y por otro, animales saludables, que viven libres para comer y abonar los campos donde viven. Esto es muy distinto de estar en un establo apretado, sin nunca ver el sol, alimentado con soja y alimento procesado de maíz, y recibiendo esteroides y antibióticos. Tal es el caso de gran parte de la ganadería moderna.
Consumir alimentos enteros es también bueno para la economía. Los alimentos orgánicos suelen cultivarse en granjas pequeñas. Cada vez que compra un alimento orgánico animal o vegetal, le está ayudando a alguien a ganarse la vida. ¿No es mejor que darle su dinero a una multinacional, que produce a gran escala, y a quien no le importa la salud del suelo, la del planeta, la de los animales, ni la nuestra?
Por último, consumir alimentos enteros es más saludable. Los seres humanos hemos evolucionado consumiendo ciertos alimentos de cierta forma. No se ha visto a un hombre primitivo sacándole la grasa a su carne - se lo comían todo. No se ha visto a un habitante nativo de los Alpes Suizos comiendo queso desgrasado - lo comían entero. No se ha visto a un pescador maorí evitando los mariscos por miedo al colesterol - los comían. Los alimentos se presentan como la Naturaleza lo planeó: contienen todos los nutrientes para una óptima asimilación. Consumir alimentos enteros nos garantiza la mayor cantidad de nutrientes que los alimentos nos ofrecen. Alterarlos no es prudente.
Nuestra Oportunidad
En el mundo occidental los alimentos están disponibles fácilmente, a diferencia de otras partes del mundo donde la gente rutinariamente se muere de hambre o está desnutrida. Más aún, tenemos la posibilidad de elegir entre dos formas de alimentarnos: los alimentos enteros, no refinados, o los alimentos procesados, la nueva chatarra. Con tal privilegio, nos debemos a nosotros y a nuestros hijos el elegir el camino de la vida: el camino de los alimentos enteros y naturales. Con esta elección, podemos frenar la ola de enfermedades crónicas que amenaza con consumir nuestros cuerpos y nuestras mentes. Tomemos esta decisión y retomemos la manera de alimentación de nuestros ancestros. Solamente el volver a la sabiduría de las dietas tradicionales podemos encontrar nuestra salvación biológica.
Acerca del autor
El Dr. Stephen Byrnes fué nutricionista y médico naturista. Sus libros Overcoming AIDS with Natural Medicine, Digestion to the Max! and Healthy Hearts: Natural Medicine for Your Ticker, pueden comprarse en www.amazon.com. Su sitio es www.powerhealth.net.
Obras citadas
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The Preference for Animal Protein and Fat: A Cross-Cultural Survey, Food and Evolution, Marvin Harris and Eric Ross, eds., Temple University Press, 1987.
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