La salud de los recolectores-cazadores


John Zerzan.
Fragmento extraído de "Futuro Primitivo" (1994)



Grupo de la etnia San, Namibia

A pesar de que los recolectores-cazadores contemporáneos comen más carne que sus antepasados prehistóricos, los alimentos de origen vegetal son el principal aporte a su dieta en las regiones tropicales y subtropicales (Lee 1968 a, Yellen y Lee 1976). tanto los San del Kalahari como los Hazda de África oriental, donde la caza abunda más que en el Kalahari, confían el ochenta por ciento de su sustento a la recolección (Tanaka 1980). La rama !Kung de los San se dedica a buscar más de cien tipos diferentes de plantas (Thomas 1968) y no muestra ninguna deficiencia nutricional (Truswell y Hanseh 1976). Lo mismo sucede con la dieta saludable y variada de los forrajeros australianos (Fisher 1982, Flood 1983). La dieta de los recolectores-cazadores es más equilibrada que la de los cultivadores, las hambrunas son algo muy extraño debido a su estado de salud, por lo general superior, con muchas menos enfermedades crónicas (Lee y Devore 1968, Ackerman 1990).

Lauren van der Post (1958) quedó sorprendido ante la exhuberante risa de los San, que subía "directa del estómago, una risa que jamás se oye entre la gente civilizada". Encontraba esto sintomático de un gran vigor y una claridad de sentidos todavía a salvo de la intromisión de la civilización. Truswell y Hansen (1976) hallaron lo mismo en la persona de un San que había sobrevivido sin armas a una lucha con un leopardo; aunque resultó herido, había matado al animal con sus propias manos.

Los isleños Andaman, al este de Tailandia, no tienen líderes, ni representaciones simbólicas, ni animales domesticados. También desconocen la agresión, la violencia y la enfermedad; sus heridas curan sorprendentemente rápido y su vista y oído son especialmente agudos. Se dice que han decaído desde la intrusión europea a mediados del siglo XIX, pero aún muestran características físicas notables como su inmunidad natural a la malaria; su piel es lo suficientemente elástica como para que desaparezcan las marcas que deja el parto y las arrugas que nosotros asociamos a la edad, y tienen una fuerza en los dientes "increíble". Cipriani (1966) afirma haber visto a niños de entre 10 y 15 años partir con ellos las pinzas de los crustáceos. también recogió la práctica Andamesa de recolectar la miel sin ninguna prenda protectora; "nunca les pican, y al contemplarlos uno tiene la sensación de presenciar un misterio arcano, perdido a causa del mundo civilizado".

De Vries (1952) ha enumerado una extensa lista de motivos, entre los que figuran la ausencia de enfermedades degenerativas e incapacidades mentales y el parto sin dolor ni complicaciones, para aseverar la superioridad de la salud de los recolectores-cazadores. También puntualiza que este estado de salud empieza a deteriorarse tras el contacto con la civilización.

Paralelamente, encontramos multitud de pruebas no sólo del vigor físico y emocional de los primitivos sino también de sus elevadas capacidades sensoriales. Darwin describía a los habitantes de las regiones más meridionales de Sudamérica, que iban casi completamente desnudos en condiciones gélidas, mientras que Peasley (1983) fue testigo de la famosa capacidad de los Aborígenes para pasar las rigurosas noches frías del desierto "sin ningún tipo de ropas"- Lévi-Strauss (1979) quedó atónito al descubrir que una determinada tribu de Sudamérica era capaz de "ver el planeta Venus a plena luz del día", una habilidad comparable a la de los Dogon norteafricanos, que consideran a Sirius B la estrella más importante y son capaces de percibir, sin un sólo instrumento, una estrella que sólo se puede encontrar con el más poderoso de los telescopios (Temple 1976). Asímismo, Boyden (1970) pudo comprobar la capacidad de los Bosquimanos para distinguir cuatro de las lunas de Júpiter a simple vista.

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