La plaga emocional


Wilhelm Reich
Extracto del libro “análisis del carácter” (1967)

La expresión “plaga emocional” no tiene connotación difamatoria alguna. No se refiere a malignidad consciente, a degeneración moral o biológica, a inmoralidad, etc. Un organismo que, desde el nacimiento, se ve constantemente impedido en su forma natural de locomoción, desarrolla, formas artificiales de locomoción: cojea o se mueve con muletas. Análogamente, un individuo se mueve en la vida con los medios de la plaga emocional si desde el nacimiento se suprimieron sus manifestaciones vitales naturales, autorregulatorias. En términos caracterológicos, el individuo afligido por la plaga emocional cojea. La plaga emocional es una biopatía crónica del organismo. Apareció con la primera supresión en masa de la vida amorosa genital; se convirtió en una epidemia y ha atormentado a los pueblos de la tierra durante millares de años. No hay fundamento para el supuesto de que pasa de madre a hijo de forma hereditaria. Diríamos más bien que se implanta en el niño desde el primer día de su vida. Es una enfermedad epidémica, como la esquizofrenia o el cáncer, con una importante diferencia: se manifiesta esencialmente en el vivir social. LA esquizofrenia y el cáncer son biopatías resultantes de la plaga emocional en la vida social. Los efectos de la plaga emocional han de apreciarse tanto en el organismo como en el vivir social. Periódicamente, como cualquier otra plaga, la peste bubónica o el cólera, por ejemplo, la plaga emocional asume las dimensiones de una pandemia, en forma de una gigantesca irrupción de sadismo y criminalidad, tal como la inquisición católica de la Edad Media o el fascismo internacional de nuestros días.


Si no consideráramos la plaga emocional como una enfermedad en el estricto sentido de la palabra, correríamos el peligro de movilizar contra ella el bastón del policía en lugar de la medicina y la educación. Es característico de la plaga emocional necesitar el garrote del policía y así reproducirse. No obstante ello, a pesar de la amenaza a la vida que representa, nunca podrá dominársela mediante el garrote.


Nadie ha de sentirse ofendido cuando se le dice que sufre un “ataque agudo de la plaga emocional”.


Podemos preguntar qué es lo que permite reconocer una reacción de plaga y distinguirla de una reacción racional. La respuesta es la misma que cuando se trata de diferenciar entre una reacción de carácter neurótico y una reacción racional: en cuanto tocamos los motivos de la reacción debida a la plaga, aparecen inevitablemente la angustia o la cólera. Examinaremos esto con cierto detenimiento más adelante.


Un individuo orgásticamente potente, esencialmente libre de la plaga emocional, no desarrollará angustia; por el contrario, desarrollará un vívido interés cuando un médico discute, pongamos por caso, la dinámica de los procesos naturales de la vida. El individuo que sufre plaga emocional, en cambio, se mostrará desasosegado o colérico cuando se discuten los mecanismos de esa plaga. No toda impotencia orgásmica conduce a la plaga emocional, pero todo individuo afectado por ella es impotente desde el punto de vista orgásmico, o bien se vuelve impotente poco antes del ataque. Esto permite distinguir fácilmente entre reacciones debidas a la plaga y reacciones racionales.


Además, ninguna influencia de una terapia auténtica podrá perturbar o eliminar una conducta natural, sana. Así, por ejemplo, no existen medios racionales de “curar”, de perturbar, una relación amorosa feliz. En cambio, puede eliminarse un síntoma neurótico; análogamente, una reacción de la plaga es accesible a la auténtica terapia del análisis del carácter y ésta puede eliminarla. Así pues, podemos curar la ambición de dinero, típico rasgo caraterológico de la plaga emocional, pero no podemos curar la generosidad en asuntos monetarios. Se puede curar el hábil disimulo, pero no la franqueza y la honestidad. La reacción debida a la plaga emocional puede equipararse a la impotencia, la cual puede ser eliminada, es decir, curada. La potencia genital, en cambio, es “incurable”.


Característica esencial de la plaga emocional es que la acción y razón dada para ella nunca son congruentes. El verdadero motivo siempre se encubre y se lo reemplaza por motivo aparente. En la reacción natural del carácter sano, motivo, acción y objetivo forman una unidad orgánica. Aquí, nada se oculta; la reacción es comprensible en forma inmediata. Así por ejemplo el individuo sano no tiene otro motivo para su comportamiento sexual que su necesidad natural de amor y su objetivo de gratificarlo. El individuo ascético, en cambio, justifica su debilidad sexual en forma secundaria, con demandas éticas. Esta justificación nada tiene que ver con la forma de vivir. La actitud del ascetismo, negadora de la vida, se halla presente antes de la justificación. El individuo sano no tratará de imponer a nadie su manera de vivir, pero brindará ayuda, terapéutica o no, si se le solicita y si tiene los medios para ayudar. En ningún caso un individuo decretará que todas las personas “deben ser sanas”. En primer lugar, tal decreto no sería racional, pues la salud no puede imponerse. Además, el individuo sano no siente impulso alguno por imponer a otras gentes su manera de vivir, pues los motivos de esa manera de vivir se relacionan con su propia forma de vida y no con la de los demás. El individuo aquejado de la plaga emocional difiere del individuo sano en que no sólo se plantea sus demandas vitales a sí mismo sino primariamente y por sobre todo, al ambiente que lo rodea. Donde el individuo sano aconseja y ayuda, donde el individuo sano, con sus experiencias, vive sencillamente frente a los demás y deja a cargo de ellos si quieren o no seguir su ejemplo, el individuo que sufre la plaga impone a los demás por la fuerza su manera de vivir. Estos individuos no toleran opiniones que amenacen su coraza [caracterológica] que pongan de manifiesto sus motivos irracionales. Cuando se discuten sus motivos el individuo sano experimenta sólo placer; el individuo sano lucha de manera racional para conservar su manera de vivir. El individuo aquejado de la plaga lucha contra otras formas de vida, aunque no lleguen a afectarle. El motivo de su lucha es la provocación que otras formas de vida representan por el hecho de su mera existencia.


La energía que alimenta a la plaga emocional proviene siempre de la frustración genital, independientemente de que nos ocupemos de la guerra sádica o de la difamación de los amigos. La estasis de energía sexual es lo que la plaga tiene en común con todas las demás biopatías. En cuanto a las diferencias, nos ocuparemos pronto de ellas. La naturaleza biopática de la plaga emocional se aprecia en el hecho de que, como cualquier otra biopatía, puede curarse mediante el establecimiento de la capacidad natural de amar.


La disposición a la plaga es general. No existen individuos completamente libres de ella, y tampoco existen individuos totalmente afectados por ella. Así como todo individuo tiene en alguna parte, en lo profundo, una tendencia al cáncer, a la esquizofrenia o al alcoholismo, también todo individuo, así sea el más sano y vivaz, lleva en sí una tendencia a reacciones del tipo de la plaga irracional.


Diferenciar la plaga emocional de la estructura caracterológica genital, es más fácil que diferenciarla de las simples neurosis caracterológicas. Es cierto, la plaga emocional es una neurosis caracterológica o una biopatía en el sentido estricto de la palabra; pero es más que eso, y este “más” es lo que la distingue de la biopatía y de la neurosis caracterológica: La plaga emocional es ese comportamiento humano que, sobre la base de una estructura caracterológica biopática, se hace sentir en las relaciones interpersonales (es decir, sociales) y que se organiza en las correspondientes instituciones. La esfera de acción de la plaga emocional es tan amplia como la de la biopatía caracterológica. Es decir, donde existen biopatías del carácter, existe al menos la posibilidad de un efecto crónico o de un agudo estallido epidémico de la plaga emocional. Al definir algunos campos típicos en los cuales esto tiene lugar, veremos de inmediato que los sectores en los cuales la plaga emocional es más activa son los más importantes de la vida; el misticismo en su forma más destructiva, el impulso activo y pasivo por la autoridad, el moralismo, las biopatías del sistema vital autónomo, la política partidaria, la plaga familiar que he denominado “familitis”, los métodos sádicos de educación, la tolerancia masoquista de tales métodos o la rebelión criminal contra ellos, el rumor y la difamación, la burocracia autoritaria, la ideología bélica imperialista, todo lo que se resume en la palabra “racket” (extorsión), la antisocialidad criminal, la pornografía, la usura y el odio racial.


Vemos pues que el ámbito de la plaga emocional es aproximadamente el mismo que el de todos los males sociales contra los cuales ha combatido desde tiempo inmemorial todo movimiento de liberta social. No sería del todo incorrecto equiparar el dominio de la plaga emocional con el de la reacción política, o incluso con el principio de la política en general. A fin de hacerlo de manera correcta, debemos aplicar el principio básico de toda política, a saber, la codicia por el poder y la ventaja, a la diversas esferas de la vida en las cuales no hablamos de política en el sentido ordinario del término. Una madre, por ejemplo, que emplea este método de la política en un intento de apartar al hijo de su marido, caería dentro de este concepto de la plaga emocional política; también entraría el hombre de ciencia que logra una elevada posición social, no por sus conquistas científicas, sino por métodos de intriga, una posición que no corresponde en manera alguna a sus realizaciones.


Ya hemos mencionado la estasis sexual biológica, como núcleo biofísico común a todas las formas de la plaga emocional. Esto representa una gran desventaja en una vida social dominada en tan alto grado por las instituciones derivadas de la plaga emocional. Existe un segundo denominador común a todas las formas de plaga emocional: la falta de capacidad para experimentar con regularidad la gratificación orgásmica natural, conduce al desarrollo de impulsos secundarios, en particular de impulsos sádicos. Este es un hecho clínico establecido fuera de toda duda. No es de sorprender entonces que la energía biofísica que alimenta a la plaga emocional tenga siempre el carácter de la energía de impulsos secundarios. En casos plenamente desarrollados nunca falta el sadismo, este impulso específicamente humano.


Comprendemos ahora por qué la honestidad y la sinceridad son rasgos tan raros en el carácter humano; más aún, por qué tal conducta, cuando predomina ocasionalmente, despierta siempre sorpresa y admiración. Desde el punto de vista de nuestros ideales culturales, cabría esperar que la honestidad y la franqueza fuesen actitudes cotidianas y naturales. El hecho no lo son sino que, por el contrario, provocan asombro; que las personas sinceras y francas se consideran como algo raro; que, además, ser honesto y sincero implica tan a menudo un peligro social a la vida; todo esto no puede comprenderse de manera alguna sobre la base de la ideología cultural gobernante, sino sólo con un conocimiento de la plaga emocional organizada. Sólo este conocimiento permitirá comprender el hecho de que, siglo tras siglo, fuese imposible que prevalecieran las fuerzas de ningún movimiento de libertad, sinceridad y objetividad. Debemos suponer, entonces, que ningún movimiento libertario tiene probabilidades de éxito a menos de oponerse con toda veracidad, claridad y vigor, a la plaga emocional organizada.


El hecho de que la índole de la plaga emocional no haya sido reconocida ha constituido su mejor salvaguardia. En consecuencia, la investigación exacta de su naturaleza y de las formas en que trabaja, abatirá esta protección. Los portadores de la plaga emocional interpretarán esto, acertadamente, como fatal amenaza a su existencia. La reacción de los portadores y divulgadores de la plaga ante las presentaciones de los hechos que han de seguir, demostrarán todo esto de forma inexorable. Las reacciones a producirse permitirán, en forma imperativa, separar claramente a quienes desean cooperar en la lucha contra la plaga emocional, de aquellos otros que desean conservar sus instituciones. Se ha demostrado una y otra vez que cuando uno indaga en ella, la plaga emocional –quiéranlo o no- pone de manifiesto su índole irracional. No puede ser de otra manera, pues la plaga no puede reaccionar sino irracionalmente. Debe ceder cuando se la confronta, clara e irreductiblemente, con el pensamiento racional y con el sentimiento natural por la vida. No es necesario atacarla en forma directa o combatirla. Automática e inevitablemente, reaccionará con furor ante la sola descripción objetiva y verídica de las funciones naturales del vivir. Nada odia más la plaga emocional que esto.


[…] El individuo aquejado por la plaga emocional no se contenta con una actitud pasiva; se distingue del carácter neurótico por una actividad social más o menos destructora de la vida. Su pensamiento se ve completamente confundido por conceptos irracionales. Cierto es, al igual que el carácter genital, su pensar está en un todo de acuerdo con sus actos ( a diferencia del carácter neurótico, en el cual pensamiento y acción se hallan disociados); pero en la plaga emocional, la conclusión está siempre hecha antes del proceso pensante; el pensamiento no sirve, como en el dominio racional, para llegar a la conclusión correcta; por el contrario, sirve para confirmar una conclusión irracional preexistente, así como para racionalizarla. Esto se denomina por lo general prejuicio, se pasa por alto que este prejuicio tiene consecuencias sociales de considerable magnitud, que está ampliamente difundido y es prácticamente sinónimo de lo que llamamos “inercia y tradición”; es intolerante, es decir, no admite al pensamiento racional que podría eliminarlo, por tanto, el pensamiento de la plaga emocional es inaccesible a los argumentos; tiene su propia técnica dentro de su propio dominio, su propia lógica, por así decirlo; por este motivo, da la impresión de racionalidad sin ser en realidad racional.


[…] En el carácter genital, motivo, objetivo y acción guardan armonía; los motivos y los objetivos tienen una meta racional, es decir, social.


[…] En el individuo atacado por la plaga emocional, las cosas son distintas. Aquí, el motivo de una acción es siempre supuesto: el motivo expresado nunca es real, ya sea este consciente o inconsciente. En el fascismo alemán, por ejemplo, el objetivo confesado era la “conservación de una nación alemana pacífica”; el objetivo real – basado en la estructura caracterológica – era una guerra imperialista, el sometimiento del mundo, y nada más. Una característica básica del individuo atacado por la plaga es que cree seria y honestamente en el objetivo y en el motivo confesados.


[…] El carácter atacado por la plaga emocional tratará, en todas las circunstancias y por todos los medios, de modificar su ambiente en forma tal que su manera de vivir y de pensar permanezcan intactas. Experimenta como provocación todo aquello que contradice sus opiniones, y en consecuencia, lo odia y lo combate. Esto es especialmente evidente en los ascetas. La actitud ascética es esencialmente la siguiente: “Nadie debe ser más feliz de lo que yo lo he sido, todos deben sufrir tal como yo he sufrido”. Esta actitud básica está tan bien encubierta en todos los casos por una ideología o teoría de la vida perfectamente lógicas en sí mismas, que se requiere una gran experiencia y reflexión para poder descubrirlas. Debe decirse que la educación europea, incluso a comienzos del siglo actual, obedecía todavía a este patrón.


[…]Los individuos atacados por la plaga muestran una marcada tendencia a formar círculos sociales. Estos círculos se convierten en centros de la opinión pública, caracterizada por una violenta intolerancia en todo lo relacionado con la vida amorosa natural. Estos centros están en todas partes y son bien conocidos. Bajo el disfraz de “cultura” y “moral” persiguen con severidad toda manifestación de vida amorosa natural. Con el correr del tiempo, han desarrollado una técnica especial de difamación.